viernes, 9 de marzo de 2012

Europa y America S. XIX - XX

A fines del siglo XIX, la moda se fue unificando en Europa Occidental y su influencia llegaba también al Nuevo Mundo. París se convirtió en la ciudad donde residían los más famosos creadores.
Las casas de moda atraían a personajes de la nobleza o burgueses ricos, de modo que en las clases altas la moda era semejante en Francia, el Reino Unido, Italia, España y Alemania. Naturalmente, en muchos de esos países se conservaron detalles tradicionales en la vestimenta y los trajes típicos de ciertas regiones.
Las damas usaban falda ajustada adelante y amplia atrás sostenida con enaguas que terminaban en delicados encajes. Las blusas eran también ajustadas, con el cuello alto y estrecho con adornos de encajes y puntillas.
El abrigo más común era una capa de paño corta, a veces con dos partes.
El sombrero era pequeño y con adornos de cintas en forma de lazo, flores y tul.
La vestimenta masculina se hizo más sobria, prefiriéndose los trajes de telas oscuras.









A fines del siglo XIX y principios del siglo XX la moda masculina se hizo muy sobria en los países de Europa occidental y de América. La vestimenta masculina y femenina de las clases altas era semejante, y los modelos básicos eran creados en París.
El traje masculino constaba de tres piezas: chaqueta larga con cuello y solapa: el chaleco, por lo general de la misma tela o de gamuza, y pantalón con dobladillo hacia afuera.
La camisa era generalmente de seda blanca, lisa, con cuello duro y se usaba con una corbata fina o un lazo.
El sombrero de fieltro tenía alas anchas levantadas en los bordes. Completaban el atuendo guantes de cuero y bastón con mangas de diversas formas y materiales. El cabello se llevaba corto, y los bigotes eran grandes e inclinados hacia arriba.








Hacia el año 1910 la vestimenta femenina abandonó la austeridad característica de fines del siglo anterior y se hizo más suntuosa. Volvieron las telas como el terciopelo, el brocado, las sedas brillantes, los encajes y los bordados. La falda, ya sin miriñaque, se recogía con pliegues que le daban un movimiento particular. La chaqueta de brocado llegaba hasta la cintura y tenía adornos de piel de zorro blanco en el cuello, en los puños o en manguitos para abrigar las manos.
Los sombreros tenían gran importancia en la indumentaria. Por lo general eran de ala ancha: en invierno, de fieltro o terciopelo con adornos de pieles y plumas; en verano, de paja con flores, pequeñas frutas de tela y tul.
El accesorio más común era el bolso y se confeccionaba de terciopelo o de raso bordado con piedras o perlas. El calzado era, por lo general, de raso o de gamuza con tacones altos.








Después de le Primera Guerra Mundial la moda (igual que las costumbres) sufrió un cambio fundamental. La hechura se hizo más simple, sin mayores adornos. El negro era el color preferido por las mujeres y realzado por joyas. Además, comenzaron además comenzaron a usarse nuevas telas, como el jersey, el chemisier de tela estampada o georgette bordado de canutillos, lamé brocado y otras telas suntuosas. También empezó a utilizarse la seda artificial. Para los trajes de deporte se empleaban lanas suaves y el traje sastree abandonó su rigidez. De noche se usaban capas de abrigo con grandes cuellos volcados o erguidos.
Los abrigos y las capas de piel seguían las líneas de los de paño y éstos estaban adornados con pieles que hacían contraste. También volvió a estar de moda el mantón español. Los sombreros tenían alas grandes, acampanadas, con la copa que se hundía hasta los ojos. Luego los sombreros se hicieron más pequeños.
La falda se hizo más corta y por lo general con tablas.






Hacia el año 1925 la falda en el atuendo femenino llegó hasta la rodilla, nunca, hasta entonces, en la historia de la moda la mujer elegante había llegado a usar una falda tan corta.
Pero luego volvió a descender y a mediados de la década de los '30 los vestidos de día estaban a unos 25cm del suelo y los de fiesta tocaban el mismo. La línea de la cintura duró hasta los últimos años de la década, en que comenzó a subir lentamente y la cintura recuperó su lugar normal. El cabello - que en la década anterior se usaba corto- volvió a usarse más largo. Se generalizó el empleo de cosméticos tanto para la mujer joven como para la de más edad. El calzado escotado y el escarpín se usaban durante todo el año.
Los caballeros llevaban trajes de franela, principalmente con rayas blancas sobre fondo gris, camisa blanca y corbata de colores. El rancho era, en verano, el típico sombrero masculino.



Los Holandeses




A fines de la Edad Media y comienzo de la Edad Moderna, los países bajos estuvieron sometidos a las influencias francesa, alemana y más tarde, española. En el siglo XIV, mientras Inglaterra y Francia se debilitaban tras la larga guerra de los Cien Años. Los Países Bajos adelantaron mucho en la fabricación de tejidos de lana, hilo, seda y algodón. A fines de los siglos XIII y XIV, la túnica se acortó hasta media pierna y se sujetaba con un cinturón. La prenda más común de abrigo para las distintas clases sociales era un sobretodo corto, pero los nobles usaban una capa amplia que les llegaba hasta los muslos y que iba forrada con pieles o con telas finas y bordados. Las calzas eran largas y estrechas; sobre ellas, unos calzones amplios con acuchillados de seda. La camisa era de hilo blanco con una amplia gorguera que sobresalía del jubón o chaqueta. El sombrero más característico era de fieltro con copa alta y con adorno de cintas y alguna joya. El calzado era de cuero suave y cubría completamente el empeine. 









A principios del siglo XVI, por influencia de la moda italiana, dejó de usarse el traje ceñido para dar paso, en cambio, al ancho. Los hombres adoptaron los calzones amplios, con cuchilladas forradas de seda. El jubón de escote cuadrado se rasgaba por pecho y espalda, horizontal y perpendicularmente, y las aberturas se rellenaban de seda de colores. Las mangas se acuchillaban de la misma manera en hombros y codos, y se ponían faldetas postizas que llegaban hasta las rodillas. El cabello se llevaba cortado por la frente en línea recta y cubierto con una toca ancha. El traje femenino era abierto en el pecho, y las aberturas se cubrían con colores: las mangas estaban llenas de adornos; el borde del escote, guarnecido con un bordado. En la segunda mitad del siglo XVI, a las alegres modas con sus colores y cuchilladas sucedieron otras de origen español, más rígidas y severas, y de tintas oscuras. Las mangas se hicieron más estrechas y con pespuntes formando dibujos muy originales y variados.

Los Rusos




Los antiguos pobladores de Rusia fueron los eslavos, pueblos que habitaban desde el mar Báltico hasta el mar Negro. Del modo de vestirse en los tiempos primitivos no existen muchos datos, pero igual que los sármatas y escitas, usaban pantalones, calzado de correas, sayo, manto y gorro.
Hacia los siglos VIII al XII, el traje de los hombres se componía de camisa de tela con mangas largas y anchas, sayo hasta las rodillas, sin mangas, abierto por delante y sujeto en el pecho por una hebilla y en las caderas por un cinturón.
Los pantalones eran anchos, y en épocas de mucho frío se ponían uno encima de otro, atados por debajo de las rodillas o de los tobillos. De la espalda pendía un manto sujeto por cadenitas. Las mujeres usaban una camisa que llegaba hasta media pierna, cerrada en el pecho con una hebilla, ajustada con un cinturón en las caderas, y bordada igual que el manto.
En la cabeza, el típico adorno femenino era un aro.














En la época medieval la vestimenta de los rusos sufrió una gran influencia de los bizantinos, de modo que los trajes se hicieron suntuosos. En lugar de los hábitos cortos, abiertos por delante, se llevaron al estilo de Bizancio: largos, cerrados y con adornos de colores en los bordes. Los nobles usaban un manto que se sujetaba en un hombro por medio de un broche. En la cabeza los hombres usaban una gorra con adorno de pieles, y las mujeres un manto con ricos bordados.
Las invasiones de hordas mogólicas provenientes del Este de Asia quebraron la influencia bizantina, y si bien las clases inferiores conservaron su sencilla manera de vestir, las clases altas adoptaron la moda de los vencedores. Entonces comenzó a usarse un ropón abierto adelante y abrochado, y en lugar de manto un caftán con mangas cortas y anchas o bien largas y estrechas.
En la parte superior había una abertura para pasar, si se quería, el brazo, de modo que el resto de la manga colgaba libremente, detalle que resultaba muy original.










La transformación del traje en su parte principal en Rusia se produjo en el siglo XVIII; sobre todo, durante el reinado de Pedro el Grande. Los hombres usaban camisas con cuello estrecho, ancha, corta, lisa, alrededor del cuello y en la espalda. En la abertura del pecho y alrededor de las bocamangas tenían bordados de colores de seda, oro y perlas.
Los pantalones eran anchos, y sobre la camisa se colocaban un caftán estrecho que les llegaba hasta las rodillas, con mangas tableadas en el extremo.
Para salir vestían, además, un ropón de damasco, raso o brocado que llegaba hasta el pie. Este ropón iba adornado con botones o cordones y borlas y un cuello de piel. En la cabeza usaban gorras de fieltro blanco con guarniciones de piel, y cuya forma variaba según la dignidad del personaje. Así, la de los príncipes era alta y adornada con piel de zorro o marta y adornos de oro y perlas. Las damas de posición elevada llevaban un largo ropón, y sobre el mismo una capa adornada con pieles en los bordes.






En la época de Pedro el Grande (fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII), los hombres usaban anchos pantalones de seda, paño o tela que se metían en las botas (altas y de piel), ropón largo de seda o de lana, según las estaciones, y que podía cruzarse por delante.
Las mangas eran anchas por arriba y estrechas en las muñecas. Para salir se colocaban un sobrerropón largo, con cuello alto forrado de pieles y abierto en la parte delantera.
El traje se completaba con una gorra de pieles o un sombrero redondo, también con ribetes de piel. Este traje largo, que hasta lo vestían los labradores mas acomodados, dejó de usarse por orden de Pedro el Grande, quien también ordenó a sus soldados que por mandato imperial lo cortaran hasta las rodillas.
Las mujeres de posición de esa época llevaban una camisa con mangas anchas y abullonadas que se estrechaban hacia abajo; luego, un ropón, abierto por delante y con botones o borlas y cordones. El traje femenino se completaba con un manto forrado y guarnecido de pieles.











La influencia bizantina, con ricas telas, bordados y adornos, se mantuvo durante mucho tiempo en la moda femenina rusa. Las mujeres usaban un ropón abierto por delante, con botones a todo lo largo del pecho y también con cordones y borlas. Sobre él se colocaban un amplio manto adornado en el cuello y los bordes con pieles finas, y a veces también forrados con ellas.
El tocado consistía en gorra de brocado, raso o damasco con guarnición de castor o cordones de oro. En el siglo XVII, las damas de categoría llevaban un adorno en forma de diadema y velos alrededor del cuello con adornos de perlas. Las mujeres usaban el cabello largo, enrollado debajo de la gorra.
El uso de las joyas estaba muy generalizado; las damas pudientes lucían alhajas de oro y de plata y piedras preciosas; las de condición inferior, de latón.
El calzado era de cuero suave y con tacos elevados, de modo que los pies descansaban sobre los dedos.






La influencia de los bizantinos y de los mogoles asiáticos en la moda rusa se advertía especialmente en la vestimenta de los zares. Éstos llevaban un caftán, abrochado por delante, con cuello alto; en lugar de botones tenía perlas o piedras preciosas.
En la cabeza calzaban una corona o gorro redondo con guarnición de pieles; aquélla remataba con una cruz. La corona de la zarina carecía de pieles, pero en cambio tenía un velo que se sostenía alrededor del cuello.
En las grandes recepciones, el zar lucía un collar con imágenes de santos y una cadena de oro con una cruz doble. Los soldados y algunos nobles usaban cascos de metal, escudos puntiagudos forrados de cuero rojo, lanzas largas y flechas. También se colocaban corseletes de cuero a modo de corazas.
Los escudos eran de varias formas, aunque el más usual era el redondo, que tenía cuerdas de color en forma de espiral alrededor del centro.
Los soldados de infantería estaban armados con sable ancho, de hoja de doble filo, a veces dentada; los de caballería, sable curvo.











A fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII la moda rusa se había librado un tanto de las características bizantinas y era más notable la influencia asiática.
Los hombres usaban anchos pantalones que se metían en altas botas de cuero. La camisa era de cuello estrecho y mangas amplias. Sobre ella se colocaban un sobrerropón largo con mangas largas y otro sin mangas, abierto en la parte delantera y con adornos dorados.
El traje se completaba con una gorra de pieles o un sombrero redondo, que en los nobles tenía un ribete de armiño u otra piel valiosa. El traje largo dejó de usarse por orden del zar Pedro el Grande (1672-1725), quien ocupó el trono en 1694 y no sólo se ocupó de ampliar y organizar el imperio sino que también modernizó la vestimenta.
Así, prohibió usar el traje largo y ordenó a sus soldados y aún a los nobles que lo acortaran hasta las rodillas.











El reinado de Catalina II, la Grande (nacida en 1729 y fallecida en 1796) marcó una época de gran esplendor. La emperatriz, cuyo reinado comenzó en 1762, llevó a cabo un acercamiento a las naciones occidentales, especialmente a Francia. Mantuvo correspondencia con filósofos y escritores como Voltaire y Diderot. La moda francesa llega también a la clase noble.
Las damas de posición elevada usaban vestidos de ricas telas, sedas, brocados, terciopelo, adornados con pieles y con bordados de hilos de oro. La influencia militar se advierte en chaquetillas cortas de paño bordeados de pieles y de galones dorados. En la cabeza llevaban gorros de fieltro con borde de pieles.
Los caballeros usaban camisa con cuello estrecho y sobre ella una casaca con cuello alto. Los gorros tenían guarnición de piel o eran totalmente de este material.










Los Indios




La India está situada en una gran península del Centro - Sur de Asia. Está habitada desde tiempos prehistóricos, pero hacia el año 2000 antes de Cristo se produjo la invasión de los pueblos arios, que lograron imponerse y constituyeron reinos en los cuales la sociedad estaba regida por un sistema de castas.
De las épocas primitivas tenemos poca documentación, pero en algunos vasos y pinturas murales se advierte que antiguamente ni los nobles ni los reyes se cubrían el torso. Los hombres se rodeaban las caderas con un paño llamado dhotis, la única prenda que usaban muchos pobladores.Los guerreros tenían desnuda la parte superior del cuerpo y como manto usaban un estrecho pedazo de tela que echaban hacia atrás por encima de los hombros.
La primera de las castas gobernantes era la de los sacerdotes; la segunda, la de los guerreros; la tercera, la de los comerciantes y obreros. El signo distintivo de cada una de ellas, que se consideraba sagrado, era un cordón que cruzaba desde el hombro izquierdo, pasando por debajo del brazo derecho y que se componía de tres hilos de distinto material, según las castas.
En los sacerdotes, el cordón era de algodón; en los guerreros, de cáñamo;de lana para los demás.









En la India, la vestimenta femenina fue naturalmente evolucionando a través del tiempo. De las épocas primitivas han quedado algunas esculturas que permiten conocer cómo era la indumentaria en los tiempos remotos y que por lo general dejaba sin cubrir el torso.
De acuerdo con ellas, las mujeres usaban también una especie de taparrabos y una falda sujeta por una faja a la cintura y un cubre pecho de lana o algodón. A veces un lienzo admirablemente plegado cubría la cadera, el busto y la cabeza. Las mujeres de castas inferiores iban descalzas, pero las demás usaban sandalias sobre pies desnudos, calzado alto de cáñamo o de cuero blanco con tacones altos.
Pero la prenda más notable del atuendo era el sarí, colocado de diversas maneras según el gusto o las necesidades. El sarí es un pedazo de tela rectangular con guardas en los bordes y sabiamente plegado alrededor del cuerpo y la cabeza que confiere a quien lo lleva particular encanto.








Entre los antiguos indios, los trajes tenían ciertas particularidades que permitían distinguir a los componentes de las distintas castas. El signo distintivo entre la de los sacerdotes, la de los guerreros la de los comerciantes era un cordón que cruzaba desde el hombro izquierdo, pasando por debajo del brazo derecho, y que se componía de tres hilos: de algodón para los sacerdotes; de cáñamo para los guerreros, y de lana para los demás. Los de las castas inferiores debían vestir un sayo de lana, un cinturón de cáñamo, manto de piel de chivo y bastón alto de rama de higuera; de esta manera, eran identificados fácilmente. Los sacerdotes o brahmanes llevaban vestidura blanca de cáñamo, cinturón hecho con la albura de la caña de azúcar y un alto bastón de bambú. Según las ordenanzas, los guerreros eran los que gozaban de mayor libertad para vestirse. Los príncipes o rajaes vestían túnicas sujetas con un cinturón con adornos de oro que colgaban a los lados, y completaban el traje con botas y babuchas.








La India ofreció, en el transcurso de los siglos, una gran variedad de prendas de vestir tanto por las diferentes castas como por los distintos pueblos que se establecieron en su territorio. Así varia desde la desnudez casi completa hasta el equipo de todas las partes del cuerpo, y junto con telas muy armadas, como los brocados, hasta las tenues muselinas.
Algunas prendas se endosaban y aplicaban al cuerpo, como el dhotis, delantal usado por los hombres en torno de las caderas y el sarí, con que se envuelven las mujeres de arriba abajo. Entre las prendas cosidas masculinas estaban el pantalón, el sayo y la veste o túnica.
El atuendo típico de las mujeres era el sarí , que consistía en una tela rectangular que se colocaba alrededor del cuerpo, cruzando las piernas y cubriendo hasta las rodillas, para pasar el otro extremo por la cabeza.
Generalmente, el sarí no estaba realizado con telas teñidas y sólo tenia una orla alrededor, pero las damas de las castas superiores lo usaban de telas multicolores con guardas de oro.









En la India existía, disperso, un pueblo llamado parsi, descendiente de los antiguos persas y adorador del fuego. El traje de los hombres era muy cómodo y adecuado al clima. Se componía de anchos pantalones de seda, camisa de muselina y ancho sayo de seda o de algodón. Las mujeres usaban una toca y se echaban encima el sarí
Los niños se cubrían con el sadra, camisa semejante a una cota de malla que llevaban consigo los antiguos persas. Existen miniaturas de los siglos XVI y XVII que representan á príncipes indo - mongoles y sus mujeres. Según ellas, los hombres llevaban anchos pantalones sujetos a los tobillos y túnicas ajustadas con mangas, cuello que tapaba la nuca y abertura en el pecho.
El distintivo del poder entre los rajaes eran la faja y el turbante; éste era pequeño y, por lo general, de color blanco, sujeto detrás de la cabeza por una ancha cinta.
Las mujeres usaban el mismo traje, pero sin sus insignias.










Muchos detalles de la indumentaria masculina y femenina en la India durante los siglos XVI y XVII los conocemos por miniaturas hechas por artistas indígenas. Entre ellas figuran las de príncipes indomongoles, llamados moguls. Los hombres llevaban amplios pantalones sujetos al tobillo y túnica ajustada, generalmente con mangas, cuello alto que tapaba la nuca y abertura en el pecho. La túnica era de tela transparente, caía de las caderas hasta las pantorrillas y tenia muchos pliegues. Los príncipes indios resguardaban sus pies con medias, pero llevaban también calzado alto con punta de pico. Los indios brahmanes se pintaban el rostro: las mujeres se untaban el cabello con pomadas y se ennegrecían las cejas con carbón.
Cada india llevaba en la cabeza tres clases de adornos, que eran los símbolos del agua, del viento y del aire y debían corresponder al carácter lacrimoso, borrascoso o etéreo de la mujer. El adorno de la cabeza de los hombres era cuadrado y triangular: simbolizaba la tierra y el fuego, como expresión de la naturaleza firme y ardiente del hombre. Las mujeres usaban joyas en las orejas, cuello, brazos, etcétera.





jueves, 8 de marzo de 2012

Los Chinos

Entre los chinos el traje femenino, salvo en algunos detalles, era semejante al masculino. Las damas de categoría usaban una redecilla de malla espesa de seda, camisa corta abierta por delante, anchos pantalones sujetos a los tobillos para que resalten los pies pequeños, o túnica larga. Sobre ella se colocaban una prenda amplia, abierta por delante y cruzada que podía abrocharse a un lado, con mangas muy anchas que servían de manguito, ya que para una china era algo desagradable mostrar las manos o los pies. Un adorno característico era una bufanda larga con las puntas caídas o una banda cruzada en el pecho que se ataba a un lado. Los zapatos eran de suela gruesa, plana o inclinada de tal modo que el pie llegaba a sostenerse por la punta de los dedos. En invierno esta prenda estaba forrada con pieles. El peinado variaba de acuerdo con la localidad, pero en general se hacían una o varias trenzas y las arrollaban en un rodete sobre la cabeza sujetándolas con dos agujas. En las sienes usaban adornos de flores o de perlas.







China es uno de los países más extensos de la Tierra y de más antigua cultura. Se cree que estuvo habitada desde tiempos muy remotos, pero los primeros datos históricos se remontan, aproximadamente, al año 1000 antes de Jesucristo.
China se mantuvo aislada y casi desconocida para los europeos hasta los viajes de Marco Polo en los siglos XIII y XIV. A partir de entonces comenzaron a difundirse muchos descubrimientos de los chinos, como la seda, y también sus costumbres tradicionales e ideas religiosas.
La vida social tenía un gran refinamiento, y en la época contrastaba con la de los occidentales. Sus hábitos estáticos se reflejaban también en la moda, que experimentó pocos cambios en el transcurso de los siglos.
Tanto los hombres como las mujeres usaban una túnica semilarga con mangas anchas y cuello alto. Las damas de la clase alta vestían un sayo que les llegaba hasta los pies; sobre él, una túnica abierta adelante que descendía hasta las rodillas y con adornos de seda en el ruedo.









Dadas las características del pueblo chino, apegado a sus costumbres y tradiciones, la moda no experimentó muchas variantes en el transcurso de los siglos.
Los nobles vestían una larga túnica de seda o de brocado, abierta abajo por un lado con cuello tipo pelerina y mangas anchas y largas que cubrían las manos. Sobre la cabeza una cofia y una pañoleta de seda o raso que caía sobre los hombros.
También usaban pantalones anchos y cortos, sujetos debajo de las rodillas hasta donde llegaban las botas. Sobre ellos se colocaban una túnica que llegaba hasta las rodillas con mangas largas y estrechas y una chaqueta corta de mangas anchas.
Era común usar un casquete redondo, ajustado con tiras de terciopelo de diferentes colores, con una abertura en lo alto para sacar la trenza larga con la que sujetaban los cabellos. Las clases más humildes llevaban pantalón amplio, sujeto debajo de las rodillas, y chaqueta corta y suelta.









El traje del emperador en la China era de extraordinaria belleza no sólo por las ricas telas sino por los suntuosos adornos. Por lo general constaba de tres túnicas, una sobre otra, sin mangas. La más corta se colocaba sobre las más largas y dejaba pasar las mangas.
Esta túnica exterior corta estaba bordada en sedas de colores y prevalecía el amarillo. La segunda túnica tenía también bordados y aplicaciones y la tercera se destacaba, además de los bordados, por una ancha cenefa de terciopelo azul. Botones de oro y de nácar completaban el adorno de las túnicas.
En la cabeza el emperador llevaba un casco de oro en forma de embudo, con piedras preciosas aplicadas, y en la parte superior un penacho de plumas.
El calzado era de cuero suave con la suela de la parte delantera levantada hacia arriba y un borde rojo en el empeine. Medias de seda dorada cubrían el pie y la pierna y como adorno se llevaba una cadena de oro en el tobillo. Las mujeres de clase noble se apretaban los pies con vendas para achicárselos.








El uniforme de los soldados de infantería, tanto de diario como de gala, consistía en dos chaquetas, una más larga que la otra del color del pabellón o regimiento al que pertenecían y podían ser amarillas, blancas, rojas o azules.
En la parte de delante y en la de atrás de la chaqueta se colocaba un disco de tela con las insignias de la división y la palabra "ping" que quiere decir: soldado. Sobre el pecho cruzaban dos correas: de una de ellas colgaba el sable y de la otra una cartuchera con arco y flechas.
En la infantería se distinguía una división que, por su uniforme, se llamaba "tigre" . El sayo era de color amarillo con rayas de color café, y la cabeza se cubría con un casquete redondo con orejeras que imitaban la cabeza de ese felino.
Los soldados de caballería vestían sayo que cubría los muslos y estaba guarnecido con planchitas de hierro.
Los pantalones eran de algodón y llegaban hasta media pierna. La cabeza estaba protegida por un casco en forma de embudo con adornos según el grado militar.







En China se llamaba mandarines a los altos funcionarios y consejeros del emperador.(También se les decía kivan.) Se dividían en nueve categorías de dos clases cada una.
Se distinguían por los botones esféricos en lo alto del birrete y que eran encarnados (de coral o de piedras preciosas) en la primera y segunda categoría: azules (de cristal o de piedras preciosas) en la tercera y cuarta; blancos (de cristal o de vidrio) en la quinta y sexta, y amarillos (de oro o dorados) en las tres últimas categorías.
Para las ceremonias los mandarines usaban una túnica abierta hasta los pies por delante, guarnecida por galones anchos.
A los servidores de mérito el emperador les concedía algunos distintivos especiales, como ropas de color amarillo (el tono preferido del soberano), cordones o collares de coral y plumas de pavo real. Las sombrillas y bastones eran también distintivos honoríficos, y los embajadores imperiales se distinguían por un bastón de bambú amarillo.





Los Turcos

Entre los turcos, el traje femenino se diferenciaba del masculino no tanto por el corte como por los tocados y los adornos. Las mujeres también usaban pantalones largos, muy anchos y sujetos a la cintura con un cordón y también en los tobillos, y una camisa debajo del pantalón o sobre el mismo. La camisa se confeccionaba en hilo blanco o telas muy suaves y finas de diversos colores y negras. Solían tener bordados de seda en el cuello y bocamangas y encajes en la abertura del pecho. Debajo de la camisa se usaba un camisolín muy escotado que bajaba hasta las rodillas y que, por lo general, no tenía mangas. Encima se colocaba un sayo que caía hasta los tobillos, con mangas cortas y anchas o largas y ceñidas. Las mujeres usaban velos de gasa o de muselina blanca. A veces, el velo se fijaba en la gorra y se echaba por la cara, dejando libres sólo los ojos, y se volvía a prender en el punto de salida.










En el año 1452 los turcos tomaron la ciudad de Constantinopla y con ello cayó el imperio romano de Oriente, que había durado más de 10 siglos. La irrupción en Europa de este pueblo tuvo gran influencia no sólo en la política y en la economía sino también en la moda. La vestimenta de los hombres consistía en pantalones, dos sayos largos, cinturón, zapatos, gorra y turbante. Los pantalones eran, al principio, anchos y largos y parecían dos bolsas cosidas por la parte superior y sujetas por un cinturón ancho. También iban sujetados en las rodillas o los tobillos. Más adelante, los pantalones iban sujetos a media pierna. La camisa se usaba encima de los pantalones, y era bastante larga, ya que caía hasta la cadera. Los soldados vestían sobre los pantalones, que tenían forma de amplias, bombachas sujetas en la pantorrilla, una túnica corta prendida adelante, con mangas anchas, y un grueso cinturón de cuero.









Los jenízaros eran soldados de la infantería de la guardia de los emperadores de Turquía. Estos cuerpos se formaron, primero, con tropas nacionales turcas y, luego, con cristianos que desde la niñez habían sido convertidos al islamismo. Por lo general, vestían de azul y llevaban un sombrero alto, de fieltro blanco, con adornos de acuerdo con la categoría del portador. Las armas de los jenízaros eran el sable, la lanza y el hacha; luego, la escopeta. Los deli eran soldados de caballería que tenían un aspecto tremendamente salvaje; los jinetes y caballos estaban cubiertos con pieles de panteras y leones, en el escudo llevaban alas de águila y el casco de combate también estaba forrado con pieles. Los sables tenían hoja recta o curva; el verdadero sable turco es el clisch, muy curvo, delgado y fino. Las armas defensivas se reducían a corazas, cascos metálicos y escudos también de metal con incrustaciones.





La toma de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, por los turcos, dio a este pueblo una notable influencia en Europa y, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, los usos, las costumbres y la vestimenta de los vencedores se impusieron sobre otras poblaciones. Así comenzó a difundirse una especie de sobretodo largo hasta el suelo y de igual corte, tanto en el pecho como en la espalda. La prenda iba abierta por delante en su totalidad, tenía mangas anchas y cortas o bien sólo aberturas para los brazos. A veces presentaba mangas largas y estrechas, adornadas con tiras o cintas de seda de colores contrastantes que se sujetaban casi cerca del hombro. La gente del pueblo o los campesinos usaban una especie de ropón suelto que les llegaba hasta las rodillas o mitad de la pierna, sujeto a veces en la cintura con un ancho cinturón de cuero o material más flexible.










Durante mucho tiempo, la vestimenta femenina se diferenciaba de la masculina no tanto por el corte, sino por los adornos y tocados. Mujeres y hombres usaban pantalones largos, muy anchos y cosidos entre las piernas y sujetos en la cintura y en los tobillos por medio de cordones. Las mujeres vestían una camisa en contacto directo con el cuerpo, debajo del pantalón o sobre él, la cual era ceñida en el cuello y las muñecas.A veces las mangas eran anchas y sueltas y, por lo general, se confeccionaba de hilo fino y blanco o de "crepé" negro. Las bocamangas, la abertura del pecho, los extremos de las mangas, etc. estaban bordados de seda. Sobre ella se colocaban un camisolín, que llegaba hasta medio muslo, entallado y escotado por delante, y el sayo, que caía hasta los tobillos o los pies. Este sayo podía tener mangas cortas y anchas o largas y ajustadas. Los trajes ricamente bordados se realzaban con collares y otras alhajas.











Una prenda característica de los turcos y que la usaban tanto los hombres como las mujeres era el ropón con mangas colgantes, cerrado en la parte delantera, sin cinturón y con una abertura a cada lado. Las mujeres usaban un velo de gasa o de muselina blanca colocado de diversas maneras.
A veces, el velo se fijaba en la gorra, se echaba en la cara, dejando sólo libres los ojos, y se volvía a prender en el punto de partida o se pasaba por encima de la gorra, cruzando las puntas por debajo o por encima de la cara.
En las mujeres de alta categoría, el velo tenía una abertura enrejada por la que ellas podían ver sin que les vieran el rostro. Luego, el velo se sostuvo por medio de dos tiras muy largas y anchas de muselina blanca, que se envolvían alrededor de la cabeza y debajo de la barbilla.
La cabeza se cubría con tocados o gorras de diversas formas: redondas, chatas, cilíndricas, puntiagudas, etc. Las gorras de las mujeres de categoría tenían adornos de oro, piedras preciosas y colgantes de perlas.










 Los tocados de los turcos, tanto de los hombres como de las mujeres, eran muy característicos aunque presentaban gran variedad. En el siglo XVI se usaban gorras de formas distintas: redondas, chatas, puntiagudas, cilíndricas, etc. Los tocados de las mujeres de clase rica tenían adornos de oro, piedras preciosas e hilos de perlas.
Era común, también, la diadema, de la que pendía un velo blanco de gasa u otra tela muy leve. Las mujeres usaban, por lo general, el cabello largo y suelto, sujeto con una cinta que rodeaba la frente y la nuca. Pero cuando salían a la calle se hacían trenzas que ocultaban debajo de un gorrito.
En la casa, la mujer usaba calzado de cuero suave y zapatos con pequeños zancos cubiertos de terciopelo y con adornos de oro y de plata. Para salir, preferían las botas altas y los zapatos de cuero o piel con zancos. Entre los hombres era común el turbante en forma de calabaza, que variaba de acuerdo con las clases sociales. Para ello rodeaban la gorra con mucha muselina blanca.







Los turcos cubrían su cabeza con una gorra cuadrada o redonda de fieltro que, según se cree, tomaron de los tártaros y que por lo general tenía guarnición de piel. Los funcionarios usaban gorras de distintas formas, pero de paño rojo.
En el siglo XV, especialmente después de la toma de Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, comenzaron a usar un turbante en forma de calabaza. Para ello rodeaban la gorra con gran cantidad de muselina blanca. Este tipo de turbante llegó a ser insignia de los distintos funcionarios, cada uno de los cuales tenía asignada con exactitud una forma, un color y un tipo de adorno.
Además, las gorras servían de distintivo a las diversas actividades o trabajos. Por ejemplo, los cocineros del sultán llevaban gorras muy grandes y muy huecas, terminadas por debajo en cuatro puntas.
En los días de lluvia se usaban gorras que se ensanchaban en forma de paraguas y que calan por encima del turbante. Los nobles colocaban en el centro piedras preciosas y oro.










Entre los turcos, el turbante era utilizado tanto por el sultán como por los funcionarios y la gente del pueblo, pero la forma, el color y los adornos de perlas y borlas de colores variaban según la clase social.
El turbante de los sultanes era de color verde y tenía unos 30 cm de alto. La gorra también variaba de acuerdo con la posición o actividad de quien la lucía. Los cocineros del sultán, por ejemplo, la usaban muy grande y muy hueca y terminada abajo por cuatro puntas.
En general, los hombres llevaban la cabeza rapada, dejando un mechón sobre la nuca. La barba era considerada como un adorno venerable, y el corte de la misma estaba determinado también por la posición social del individuo.
El traje de los hombres de clase baja se componía de sayo y de pantalones o de una camisa larga. En la época fría usaban una capa de piel o tela gruesa. El calzado era muy simple: una babucha que cubría sólo el empeine.







Los detalles de la vestimenta entre los turcos tenían gran importancia para indicar la condición social de los mismos. El traje de los hombres de clase baja se componía de camisa, pantalones y sayo, pero estas prendas eran más estrechas y cortas que las usadas por la clase alta. Entre la gente humilde, los pantalones y el sayo llegaban hasta las rodillas, donde se ataban.
Los soldados llevaban un caftán largo y recogían los faldones metiéndolos debajo del cinturón para poder moverse o accionar con mayor libertad. También debe destacarse que el traje de las mujeres se distinguía del de los hombres por los adornos y tocados, pues el corte era similar.
Ellas usaban pantalones largos y muy anchos, provistos en la cintura de un cordón para sujetarlos; lo mismo ocurría en los tobillos.
Los jenízaros o guardias del sultán usaban un sayo de color azul y un alto sombrero de fieltro blanco, el cual lucía un penacho de plumas verdes si el que lo llevaba se había destacado por su valor en las batallas o en defensa del soberano.







La vestimenta de la mujer turca incluía pantalones anchos y largos ajustados en los tobillos, una camisa ceñida al cuello y las muñecas, confeccionada con hilo fino de color blanco o de gasa negra y con adornos de encaje. Además de la camisa, cubría el cuerpo un camisolín que llegaba hasta la mitad del muslo y que tenía mangas cortas o carecía de ellas.
El sayo, abierto por delante, caía hasta los tobillos, con mangas cortas y anchas o bien largas y ceñidas. Como cinturón usaban tiras largas de tela de muchos colores o un chal que rodeaba el talle.
Las mujeres cubrían el rostro con un velo de gasa blanca o de muselina negra que se fijaba en el tocado o en la gorra y que dejaba ver sólo los ojos.
Las gorras tenían formas muy diversas: redondas o chatas, puntiagudas y cilíndricas. Las de las damas de clase alta se destacaban por sus hermosos bordados de piedras preciosas y perlas. Llevaban el cabello largo, pero para salir se hacían trenzas que ocultaban debajo del gorrito o dejaban caer sobre los hombros.

Los Portugueses

La vestimenta de los nobles portugueses era semejante a la de los españoles, pero tenia también influencia de los ingleses. Los hombres usaban una chaqueta larga que cubría las bragas anchas, metidas dentro de botas altas ensanchadas en la parte superior. En la cintura llevaban un cinturón ancho que terminaba en largos flecos. Los cuellos eran amplios, con bordados y encajes. También se usaban las golillas o gorgueras. La anchura de la gorguera elegante era, aproximadamente, de unos 25 cm y contenía desde 16 a 17 o más metros de linón de hilo muy fino o de batista. Las mujeres usaban vestido largo con falda amplia y un abrigo con las mangas acuchilladas. Lucían cabellos largos y la frente despejada. Los personajes de la nobleza ostentaban joyas con piedras traídas de Oriente y de Brasil.

Los Españoles

España fue invadida a principios del siglo VIII por los árabes, que permanecieron en la península durante casi ocho siglos. En todo ese tiempo los cristianos lucharon contra los invasores, librando numerosos combates, y lentamente lograron reconquistar el territorio y fundar reinos. Pero si bien los árabes fueron perdiendo poder político, su influencia cultural se mantuvo y aun se afianzó con el tiempo. En las artes y ciencias, así como en la técnica, los árabes introdujeron notables adelantos, y también dejaron su sello en las armas, armaduras, telas, joyas y perfumes. Y un detalle muy curioso en el terreno de la moda: las agujas fueron introducidas en España (y por lo tanto en Europa) por los árabes.
Entre los cristianos la indumentaria fue semejante a la de los franceses, aunque las telas eran más sencillas. 










Como ya hemos dicho, España fue invadida a principios del siglo VIII por los árabes, quienes dominaron casi toda la península excepto una pequeña región del norte. Allí comenzó la reconquista, que duró hasta el año 1492, en que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a quienes se les llamó Reyes Católicos, entraron en la ciudad de Granada, último reducto de los moros. Durante la reconquista se fueron organizando reinos cristianos, como León, Castilla, Aragón y Navarra. La lucha contra los moros exigió grandes sacrificios y las costumbres fueron sencillas. Por ello la moda fue, en general, austera.
La vestimenta consistía en túnicas, por lo común lisas. (Se consideraban indignas de los cristianos las telas de seda y bordados que usaban los moros). Algunos caballeros vestían una túnica corta hasta las rodillas y armaduras de cota de malla. El tocado femenino consistía en un velo que cubría los cabellos.










Hacia el siglo XVII en España el color negro era considerado el más elegante y se usaba en las fiestas y en las celebraciones especiales. Los hombres vestían un jubón o vestidura ajustada a modo de chaleco, con un faldellín corto y mangas acolchadas sobre una camisa blanca de hilo o seda bordada. Las bragas eran cortas y abultadas: el calzado llevaba adornos y las medias eran tejidas y de seda. En invierno usaban una capa corta o un capote, con cuello grande, que les llegaba hasta la mitad de las piernas.
Las mujeres llevaban un vestido con miriña que daba amplitud a las faldas. Por lo general era de terciopelo o de raso, adornado con cintas y bordados. Las golillas, guarnecidas de encajes en los bordes, remataban el cuello y los puños. Tanto los hombres como las mujeres lucían pesados collares de oro con piedras preciosas engarzadas.