Suiza es un país situado en la zona montañosa de los Alpes y paso obligado entre Francia, Italia, Alemania y Austria. Sus primitivos habitantes fueron los helvecios, sometidos por Julio Cesar en el año 58 antes de J.C. Durante cuatro siglos la región estuvo en poder del imperio romano, pero al producirse las invasiones de los bárbaros, el territorio fue ocupado por tribus germánicas. En el año 553, los francos se impusieron y Suiza pasó a formar parte del reino merovingio y luego del imperio carolingio.
Desde el siglo IX integró el imperio alemán; por lo tanto, las costumbres, los usos y hasta la moda germanos tuvieron gran influencia en Suiza. La prenda principal de la indumentaria masculina era la túnica de lana, que llegan hasta la mitad de la pierna. Los nobles se abrigaban con capas de paño que, durante el invierno, recubrían con pieles. Los servidores usaban túnicas cortas con caperuza para proteger la cabeza. Las piernas se cubrían con medias, y el calzado era muy simple y de cuero suave.
Desde el siglo IX, Suiza formó parte del sacro Imperio Romano Germánico, y desde ese momento la influencia alemana se hizo sentir en las costumbres y la moda. Debido al clima, los tejidos eran gruesos y pesados, con diseños muy elaborados.
Había preferencia por los paños de lana y de terciopelo, y por los brocados de colores brillantes. El traje femenino se caracterizaba por estar ceñido a la cintura, con los hombros estrechos y las faldas amplias.
La capa, corta o larga y forrada de piel, fue el principal abrigo invernal. Las mangas eran muy amplias, acuchilladas, y sujetas en la muñeca por una especie de puño. Los cabellos se usaban largos, sueltos o recogidos, y por lo general alisados sobre la cabeza y con trenzas arrolladas en espiral a los costados. La cabeza se cubría con un manto o con una cofia de tela fina de hilo almidonada que presentaba formas muy diversas.
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