Entre los turcos, el traje femenino se diferenciaba del masculino no tanto por el corte como por los tocados y los adornos. Las mujeres también usaban pantalones largos, muy anchos y sujetos a la cintura con un cordón y también en los tobillos, y una camisa debajo del pantalón o sobre el mismo. La camisa se confeccionaba en hilo blanco o telas muy suaves y finas de diversos colores y negras. Solían tener bordados de seda en el cuello y bocamangas y encajes en la abertura del pecho. Debajo de la camisa se usaba un camisolín muy escotado que bajaba hasta las rodillas y que, por lo general, no tenía mangas. Encima se colocaba un sayo que caía hasta los tobillos, con mangas cortas y anchas o largas y ceñidas. Las mujeres usaban velos de gasa o de muselina blanca. A veces, el velo se fijaba en la gorra y se echaba por la cara, dejando libres sólo los ojos, y se volvía a prender en el punto de salida.
En el año 1452 los turcos tomaron la ciudad de Constantinopla y con ello cayó el imperio romano de Oriente, que había durado más de 10 siglos. La irrupción en Europa de este pueblo tuvo gran influencia no sólo en la política y en la economía sino también en la moda. La vestimenta de los hombres consistía en pantalones, dos sayos largos, cinturón, zapatos, gorra y turbante. Los pantalones eran, al principio, anchos y largos y parecían dos bolsas cosidas por la parte superior y sujetas por un cinturón ancho. También iban sujetados en las rodillas o los tobillos. Más adelante, los pantalones iban sujetos a media pierna. La camisa se usaba encima de los pantalones, y era bastante larga, ya que caía hasta la cadera. Los soldados vestían sobre los pantalones, que tenían forma de amplias, bombachas sujetas en la pantorrilla, una túnica corta prendida adelante, con mangas anchas, y un grueso cinturón de cuero.
Los jenízaros eran soldados de la infantería de la guardia de los emperadores de Turquía. Estos cuerpos se formaron, primero, con tropas nacionales turcas y, luego, con cristianos que desde la niñez habían sido convertidos al islamismo. Por lo general, vestían de azul y llevaban un sombrero alto, de fieltro blanco, con adornos de acuerdo con la categoría del portador. Las armas de los jenízaros eran el sable, la lanza y el hacha; luego, la escopeta. Los deli eran soldados de caballería que tenían un aspecto tremendamente salvaje; los jinetes y caballos estaban cubiertos con pieles de panteras y leones, en el escudo llevaban alas de águila y el casco de combate también estaba forrado con pieles. Los sables tenían hoja recta o curva; el verdadero sable turco es el clisch, muy curvo, delgado y fino. Las armas defensivas se reducían a corazas, cascos metálicos y escudos también de metal con incrustaciones.
La toma de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, por los turcos, dio a este pueblo una notable influencia en Europa y, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, los usos, las costumbres y la vestimenta de los vencedores se impusieron sobre otras poblaciones. Así comenzó a difundirse una especie de sobretodo largo hasta el suelo y de igual corte, tanto en el pecho como en la espalda. La prenda iba abierta por delante en su totalidad, tenía mangas anchas y cortas o bien sólo aberturas para los brazos. A veces presentaba mangas largas y estrechas, adornadas con tiras o cintas de seda de colores contrastantes que se sujetaban casi cerca del hombro. La gente del pueblo o los campesinos usaban una especie de ropón suelto que les llegaba hasta las rodillas o mitad de la pierna, sujeto a veces en la cintura con un ancho cinturón de cuero o material más flexible.
La toma de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, por los turcos, dio a este pueblo una notable influencia en Europa y, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, los usos, las costumbres y la vestimenta de los vencedores se impusieron sobre otras poblaciones. Así comenzó a difundirse una especie de sobretodo largo hasta el suelo y de igual corte, tanto en el pecho como en la espalda. La prenda iba abierta por delante en su totalidad, tenía mangas anchas y cortas o bien sólo aberturas para los brazos. A veces presentaba mangas largas y estrechas, adornadas con tiras o cintas de seda de colores contrastantes que se sujetaban casi cerca del hombro. La gente del pueblo o los campesinos usaban una especie de ropón suelto que les llegaba hasta las rodillas o mitad de la pierna, sujeto a veces en la cintura con un ancho cinturón de cuero o material más flexible.
Durante mucho tiempo, la vestimenta femenina se diferenciaba de la masculina no tanto por el corte, sino por los adornos y tocados. Mujeres y hombres usaban pantalones largos, muy anchos y cosidos entre las piernas y sujetos en la cintura y en los tobillos por medio de cordones. Las mujeres vestían una camisa en contacto directo con el cuerpo, debajo del pantalón o sobre él, la cual era ceñida en el cuello y las muñecas.A veces las mangas eran anchas y sueltas y, por lo general, se confeccionaba de hilo fino y blanco o de "crepé" negro. Las bocamangas, la abertura del pecho, los extremos de las mangas, etc. estaban bordados de seda. Sobre ella se colocaban un camisolín, que llegaba hasta medio muslo, entallado y escotado por delante, y el sayo, que caía hasta los tobillos o los pies. Este sayo podía tener mangas cortas y anchas o largas y ajustadas. Los trajes ricamente bordados se realzaban con collares y otras alhajas.
Una prenda característica de los turcos y que la usaban tanto los hombres como las mujeres era el ropón con mangas colgantes, cerrado en la parte delantera, sin cinturón y con una abertura a cada lado. Las mujeres usaban un velo de gasa o de muselina blanca colocado de diversas maneras.
A veces, el velo se fijaba en la gorra, se echaba en la cara, dejando sólo libres los ojos, y se volvía a prender en el punto de partida o se pasaba por encima de la gorra, cruzando las puntas por debajo o por encima de la cara.
En las mujeres de alta categoría, el velo tenía una abertura enrejada por la que ellas podían ver sin que les vieran el rostro. Luego, el velo se sostuvo por medio de dos tiras muy largas y anchas de muselina blanca, que se envolvían alrededor de la cabeza y debajo de la barbilla.
La cabeza se cubría con tocados o gorras de diversas formas: redondas, chatas, cilíndricas, puntiagudas, etc. Las gorras de las mujeres de categoría tenían adornos de oro, piedras preciosas y colgantes de perlas.
Los tocados de los turcos, tanto de los hombres como de las mujeres, eran muy característicos aunque presentaban gran variedad. En el siglo XVI se usaban gorras de formas distintas: redondas, chatas, puntiagudas, cilíndricas, etc. Los tocados de las mujeres de clase rica tenían adornos de oro, piedras preciosas e hilos de perlas.
A veces, el velo se fijaba en la gorra, se echaba en la cara, dejando sólo libres los ojos, y se volvía a prender en el punto de partida o se pasaba por encima de la gorra, cruzando las puntas por debajo o por encima de la cara.
En las mujeres de alta categoría, el velo tenía una abertura enrejada por la que ellas podían ver sin que les vieran el rostro. Luego, el velo se sostuvo por medio de dos tiras muy largas y anchas de muselina blanca, que se envolvían alrededor de la cabeza y debajo de la barbilla.
La cabeza se cubría con tocados o gorras de diversas formas: redondas, chatas, cilíndricas, puntiagudas, etc. Las gorras de las mujeres de categoría tenían adornos de oro, piedras preciosas y colgantes de perlas.
Los tocados de los turcos, tanto de los hombres como de las mujeres, eran muy característicos aunque presentaban gran variedad. En el siglo XVI se usaban gorras de formas distintas: redondas, chatas, puntiagudas, cilíndricas, etc. Los tocados de las mujeres de clase rica tenían adornos de oro, piedras preciosas e hilos de perlas.
Era común, también, la diadema, de la que pendía un velo blanco de gasa u otra tela muy leve. Las mujeres usaban, por lo general, el cabello largo y suelto, sujeto con una cinta que rodeaba la frente y la nuca. Pero cuando salían a la calle se hacían trenzas que ocultaban debajo de un gorrito.
En la casa, la mujer usaba calzado de cuero suave y zapatos con pequeños zancos cubiertos de terciopelo y con adornos de oro y de plata. Para salir, preferían las botas altas y los zapatos de cuero o piel con zancos. Entre los hombres era común el turbante en forma de calabaza, que variaba de acuerdo con las clases sociales. Para ello rodeaban la gorra con mucha muselina blanca.
En la casa, la mujer usaba calzado de cuero suave y zapatos con pequeños zancos cubiertos de terciopelo y con adornos de oro y de plata. Para salir, preferían las botas altas y los zapatos de cuero o piel con zancos. Entre los hombres era común el turbante en forma de calabaza, que variaba de acuerdo con las clases sociales. Para ello rodeaban la gorra con mucha muselina blanca.
Los turcos cubrían su cabeza con una gorra cuadrada o redonda de fieltro que, según se cree, tomaron de los tártaros y que por lo general tenía guarnición de piel. Los funcionarios usaban gorras de distintas formas, pero de paño rojo.
En el siglo XV, especialmente después de la toma de Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, comenzaron a usar un turbante en forma de calabaza. Para ello rodeaban la gorra con gran cantidad de muselina blanca. Este tipo de turbante llegó a ser insignia de los distintos funcionarios, cada uno de los cuales tenía asignada con exactitud una forma, un color y un tipo de adorno.
Además, las gorras servían de distintivo a las diversas actividades o trabajos. Por ejemplo, los cocineros del sultán llevaban gorras muy grandes y muy huecas, terminadas por debajo en cuatro puntas.
En los días de lluvia se usaban gorras que se ensanchaban en forma de paraguas y que calan por encima del turbante. Los nobles colocaban en el centro piedras preciosas y oro.
En el siglo XV, especialmente después de la toma de Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, comenzaron a usar un turbante en forma de calabaza. Para ello rodeaban la gorra con gran cantidad de muselina blanca. Este tipo de turbante llegó a ser insignia de los distintos funcionarios, cada uno de los cuales tenía asignada con exactitud una forma, un color y un tipo de adorno.
Además, las gorras servían de distintivo a las diversas actividades o trabajos. Por ejemplo, los cocineros del sultán llevaban gorras muy grandes y muy huecas, terminadas por debajo en cuatro puntas.
En los días de lluvia se usaban gorras que se ensanchaban en forma de paraguas y que calan por encima del turbante. Los nobles colocaban en el centro piedras preciosas y oro.
Entre los turcos, el turbante era utilizado tanto por el sultán como por los funcionarios y la gente del pueblo, pero la forma, el color y los adornos de perlas y borlas de colores variaban según la clase social.
El turbante de los sultanes era de color verde y tenía unos 30 cm de alto. La gorra también variaba de acuerdo con la posición o actividad de quien la lucía. Los cocineros del sultán, por ejemplo, la usaban muy grande y muy hueca y terminada abajo por cuatro puntas.
En general, los hombres llevaban la cabeza rapada, dejando un mechón sobre la nuca. La barba era considerada como un adorno venerable, y el corte de la misma estaba determinado también por la posición social del individuo.
El traje de los hombres de clase baja se componía de sayo y de pantalones o de una camisa larga. En la época fría usaban una capa de piel o tela gruesa. El calzado era muy simple: una babucha que cubría sólo el empeine.
El turbante de los sultanes era de color verde y tenía unos 30 cm de alto. La gorra también variaba de acuerdo con la posición o actividad de quien la lucía. Los cocineros del sultán, por ejemplo, la usaban muy grande y muy hueca y terminada abajo por cuatro puntas.
En general, los hombres llevaban la cabeza rapada, dejando un mechón sobre la nuca. La barba era considerada como un adorno venerable, y el corte de la misma estaba determinado también por la posición social del individuo.
El traje de los hombres de clase baja se componía de sayo y de pantalones o de una camisa larga. En la época fría usaban una capa de piel o tela gruesa. El calzado era muy simple: una babucha que cubría sólo el empeine.
Los detalles de la vestimenta entre los turcos tenían gran importancia para indicar la condición social de los mismos. El traje de los hombres de clase baja se componía de camisa, pantalones y sayo, pero estas prendas eran más estrechas y cortas que las usadas por la clase alta. Entre la gente humilde, los pantalones y el sayo llegaban hasta las rodillas, donde se ataban.
Los soldados llevaban un caftán largo y recogían los faldones metiéndolos debajo del cinturón para poder moverse o accionar con mayor libertad. También debe destacarse que el traje de las mujeres se distinguía del de los hombres por los adornos y tocados, pues el corte era similar.
Ellas usaban pantalones largos y muy anchos, provistos en la cintura de un cordón para sujetarlos; lo mismo ocurría en los tobillos.
Los jenízaros o guardias del sultán usaban un sayo de color azul y un alto sombrero de fieltro blanco, el cual lucía un penacho de plumas verdes si el que lo llevaba se había destacado por su valor en las batallas o en defensa del soberano.
Los soldados llevaban un caftán largo y recogían los faldones metiéndolos debajo del cinturón para poder moverse o accionar con mayor libertad. También debe destacarse que el traje de las mujeres se distinguía del de los hombres por los adornos y tocados, pues el corte era similar.
Ellas usaban pantalones largos y muy anchos, provistos en la cintura de un cordón para sujetarlos; lo mismo ocurría en los tobillos.
Los jenízaros o guardias del sultán usaban un sayo de color azul y un alto sombrero de fieltro blanco, el cual lucía un penacho de plumas verdes si el que lo llevaba se había destacado por su valor en las batallas o en defensa del soberano.
La vestimenta de la mujer turca incluía pantalones anchos y largos ajustados en los tobillos, una camisa ceñida al cuello y las muñecas, confeccionada con hilo fino de color blanco o de gasa negra y con adornos de encaje. Además de la camisa, cubría el cuerpo un camisolín que llegaba hasta la mitad del muslo y que tenía mangas cortas o carecía de ellas.
El sayo, abierto por delante, caía hasta los tobillos, con mangas cortas y anchas o bien largas y ceñidas. Como cinturón usaban tiras largas de tela de muchos colores o un chal que rodeaba el talle.
Las mujeres cubrían el rostro con un velo de gasa blanca o de muselina negra que se fijaba en el tocado o en la gorra y que dejaba ver sólo los ojos.
Las gorras tenían formas muy diversas: redondas o chatas, puntiagudas y cilíndricas. Las de las damas de clase alta se destacaban por sus hermosos bordados de piedras preciosas y perlas. Llevaban el cabello largo, pero para salir se hacían trenzas que ocultaban debajo del gorrito o dejaban caer sobre los hombros.
El sayo, abierto por delante, caía hasta los tobillos, con mangas cortas y anchas o bien largas y ceñidas. Como cinturón usaban tiras largas de tela de muchos colores o un chal que rodeaba el talle.
Las mujeres cubrían el rostro con un velo de gasa blanca o de muselina negra que se fijaba en el tocado o en la gorra y que dejaba ver sólo los ojos.
Las gorras tenían formas muy diversas: redondas o chatas, puntiagudas y cilíndricas. Las de las damas de clase alta se destacaban por sus hermosos bordados de piedras preciosas y perlas. Llevaban el cabello largo, pero para salir se hacían trenzas que ocultaban debajo del gorrito o dejaban caer sobre los hombros.
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