martes, 28 de febrero de 2012

Los Italianos

Durante los primeros tiempos de la Edad Media, los hombres y las mujeres de Italia continuaban vistiéndose de manera semejante a la de los antiguos romanos. Pero poco a poco la vestimenta se fue modificando por influencia de los bizantinos. Al principio se usaba una túnica larga y sobre ella una capa que se cerraba sobre el pecho con un largo alfiler o hebilla. Los hombres se ponían largas calzas ajustadas y sostenidas por un cinturón de cuero. Hacia el siglo XI comenzó a usarse la túnica interior de lana, hilo o seda cerrada en el cuello y puños con lazos. En esa época las telas empleadas en las túnicas eran más de seda o lana bordada, y forradas con pieles en el invierno. El calzado era de cuero suave, adornado a veces con bordados y hasta con joyas. La cabeza masculina era protegida con cascos de metal y también con caperuzas de lana y gorros con adornos de piel.



Hacia el siglo XIII, es decir a fines de la Edad Media, la vestimenta de los nobles italianos se confeccionaba con telas pesadas y ricas, con bordados, y forradas con pieles en invierno. La túnica superior de los hombres se fue haciendo más corta y cubría sólo las rodillas. Así la usaban principalmente los jóvenes, que por eso fueron tachados de "indecentes" por los mayores. Esta túnica iba acompañada, a menudo, por calzas largas y ceñidas, de color rojo, con ligas, adornos de oro y piedras preciosas. El brocado y el terciopelo eran las telas más empleadas. Tanto los hombres como las mujeres llevaban capas muy amplias y suntuosas. La túnica femenina llegaba hasta los pies y tenia cola. En esta época aparece el color negro como señal de luto, pero también este estado se expresaba con cintitas blancas colocadas sobre el manto. La cabeza estaba protegida por tocas de gasa, y los cabellos se llevaban largos o recogidos con trenzas.





A fines de la época medieval, la vestimenta va adquiriendo en Italia características propias. Hacia el siglo XIII, la túnica masculina, que era amplia y larga, se va acortando y cubre solamente las rodillas. A veces, la túnica caía derecha y otras se sujetaba con un cinturón, dejando un faldellín debajo de la cintura. Los varones usaban calzas largas, hechas al sesgo, con ligas de oro y adornos con joyas. Tanto las mujeres como los hombres gustaban de las telas suntuosas, como sedas, brocados y terciopelos de color escarlata, azul, verde o púrpura. En esa época, los brocados de la isla de Sicilia eran considerados los más bellos del mundo. Se usaban amplias capas flotantes que en invierno llevaban adornos de pieles, siendo las de armiño las preferidas por los príncipes o jefes de Estado. La cabeza de los hombres estaba protegida por una capucha que, por lo general, terminaba en una punta muy larga que se envolvía en el cuello, en un brazo o en torno de la cabeza, a modo de turbante. Pero esto era sólo privilegio de los nobles. 




Al regresar de Tierra Santa, los cruzados trajeron a Occidente telas y accesorios usados en los países orientales con los que habían estado en contacto. En Europa, y principalmente en Italia, se pusieron de moda bolsos, zapatos, guantes y cinturones ricamente bordados. En las telas se aplicaban perlas, lentejuelas y bordados de estilo persa. Hacia el siglo XIV comenzaron a usarse prendas divididas en cuartos y mitades; cada parte tenía colores contrastantes e inclusive cada media o cada zapato era de color distinto. El calzado era suave y flexible, de cuero o de terciopelo, con bordados en colores y aplicaciones de oro y piedras preciosas. Las puntas de los zapatos de los hombres eran tan alargadas que hasta se llegó a sujetarlas en lo alto por medio de cadenitas. El peinado femenino era de estilo madona, es decir, los largos cabellos divididos en el centro, ceñidos a la cabeza y rematados con una corona de trenzas. Sobre ellos se colocaba un velo, redecilla o casquete.






A fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna el lujo oriental entró en Europa a través de Italia. Comenzaron a usarse sedas, brocados, telas con diseños adamascados, joyas y accesorios suntuosos. En esa época el traje indicaba el rango social y, por ello, las autoridades fijaron por decreto quiénes podían usar prendas de costo elevado, y hasta se fijó el largo que debían tener las colas de los trajes.Hacia los siglos XIV y XV se operó un cambio notable en la indumentaria masculina. El traje se componía de una camisa, una túnica y calzas. Encima de la túnica se llevaba una chaqueta o jubón. La camisa o prenda interior era amplia, fruncida en el escote y los puños. Los nobles vestían camisas bordadas con hilos de oro. En invierno se usaban capas enteras que se continuaban con capuchas para proteger la cabeza. Entre los accesorios más costosos figuraban los guantes perfumados y los pañuelos de seda, que se llevaban como signo de ostentación.






La situación privilegiada de Italia en el centro del Mar Mediterráneo permitía realizar un activo comercio entre Oriente y Occidente, en especial a fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna.
Del Asia se trajeron telas suntuosas, sedas, brocados, etc., y accesorios como abanicos, guantes perfumados, espejos, etc. En Italia fue donde primero se usaron abanicos, algunos de los cuales estaban adornados con plumas de avestruz o de pavo real y con mangos de oro o marfil. Las joyas eran pesadas, de oro macizo, cadenas con pendientes y cinturones. La gran demanda de seda determinó la instalación de la primera fábrica de seda en Palermo, sur de Italia, en el año 1148.
Los puertos de Venecia y Génova eran los más activos, y por ellos se introducían mercaderías suntuosas que luego se llevaban a otros países europeos. Venecia alcanzó suma prosperidad, y la moda veneciana tuvo, hacia el siglo XIV gran influencia en el resto del continente.







El movimiento renovador conocido con el nombre de Renacimiento comenzó en Italia en los siglos XIII y XIV y alcanzó su apogeo en los siglos XV y XVI. Muchos factores determinaron que en la península se iniciara la búsqueda de los modelos grecorromanos menospreciados durante la Edad Media.
Entre los más importantes figuran los mecenas, príncipes, nobles, pontífices, que ayudaban a los artistas. Lorenzo el Magnífico, duque de Médicis, en Florencia, fue un generoso mecenas que impuso, además, cambios en la indumentaria masculina. Los hombres usaban camisa, calzas y una prenda denominada jubón o chaqueta. El jubón podía ser corto, llegando hasta la cadera, o bien largo, alcanzando casi las rodillas, pero siempre sujeto a la cintura por medio de un cinturón.
El escote era redondo o en forma de V, y las mangas presentaban gran variedad.
Al principio, las mangas estaban ajustadas al brazo y luego ajustadas en el antebrazo y abullonadas arriba. Otras veces las mangas eran cortas y amplias, adornadas con rebordes de piel.




El cambio en la indumentaria fue notable durante el Renacimiento. Las damas de la nobleza usaban vestidos confeccionados en ricas telas, especialmente sedas, terciopelos y brocados traídos de Oriente y luego fabricados en la misma Península.
Los bordados con hilos de oro y perlas les conferían aún mayor suntuosidad.
Del norte de Europa se importaban pieles de marta, armiño, zorro, que se utilizaban para confeccionar capas o bien cuellos u otros adornos del traje.
Por lo general, el vestido era de talle corto, con cinturón debajo del busto. Los escotes se hacían redondos, cuadrados o en forma de V. Las mangas eran muy amplias en la muñeca y caían casi hasta el borde del vestido. El vestido de las criadas o personas humildes era más corto y, naturalmente, de tela rústica.
El cabello se usaba largo, partido en el medio al estilo madona, o con trenzas que formaban una especie de tocado a ambos lados de la cabeza.





En Italia dio comienzo el Renacimiento, movimiento cultural y artístico que caracterizó una época. Con el apoyo de los mecenas - príncipes, pontífices, ricos mercaderes - los artistas pudieron consagrarse a realizar sus obras, y esta febril actividad se extendió también a la industria y el comercio.
Al principio se importaban de Oriente sedas, brocados y telas suntuosas, así como perlas y piedras preciosas, pero luego se crearon fábricas de telas en la misma Península. Italia siempre se había destacado en la técnica del bordado, pero en esa época los bordados se convirtieron en un elemento insustituible de la vestimenta de los nobles.
Los guantes, sombreros, zapatos y aun las pieles se guarnecían con bordados de hilos de oro y plata o sedas en rojo y negro. La difusión de las agujas de acero introducidas por los árabes facilitó la tarea y permitió que los bordados fueran más finos y delicados. Todo esto señaló una notable diferencia entre la vestimenta de los nobles y la de los burgueses y campesinos, constituyendo el traje un distintivo de la clase social.






En el siglo XV, es decir, en la época del Renacimiento, Italia se hallaba en un periodo de gran prosperidad.
El activo comercio por el mar Mediterráneo obligaba a tener una importante industria.
Después de las Cruzadas se habían importado de los países orientales sedas y telas suntuosas, pero luego estas telas comenzaron a fabricarse en la Península. Pronto, los terciopelos, las sedas y los brocados gozaron de gran aceptación en la nobleza italiana y de otros países europeos.
También eran afamados los bordados hechos por verdaderos artesanos, que sabían combinar maravillosamente los hilos de colores con los de oro y de plata. El jubón era una prenda masculina distintiva en ese entonces y se caracterizaba por la diversidad de mangas. En esta época comenzaron a usarse las mangas acuchilladas que combinaban dos telas de diversos colores, lo que les daba gran vistosidad.
Las capas se usaban no sólo como abrigo sino como elemento decorativo. Eran de paño o terciopelo y forradas con pieles.





En la época del Renacimiento los vestidos de las damas elegantes de Italia estaban realizados con telas suntuosas, como brocados, rasos, terciopelos, bordados, damascos y telas recamadas de oro, de piedras preciosas y de perlas. Precisamente por el uso que se hacía de ellas, este período se denomina Edad de las Perlas.
La posición de Italia en el centro del mar Mediterráneo fue muy favorable para realizar un activo comercio entre los diversos países europeos y los asiáticos. Convergían de Rusia y otros países nórdicos pieles finas (marta, zorro, armiño, etc.), de Flandes, encajes y terciopelos y de oriente telas suntuosas, perlas, etc. Si a esto se suman las ricas telas fabricadas en Venecia se comprende la importancia de la moda italiana de esos tiempos.
El vestido femenino era ajustado al talle, y por eso empezó a usarse como prenda interior un ajustado corsé de hilo. El escote era amplio y de formas redonda, cuadrada o en v. El vestido iba acompañado por un manto que se cerraba por medio de un broche, cordones o borlas.








De acuerdo con la moda del siglo XV en Italia, los hombres llevaban calzas muy ajustadas y cosidas que se extendían desde la cintura hasta los dedos de los pies. Se hacían de tela de lana o de seda y a veces se utilizaban dos o más colores. Sobre ellas se colocaba una túnica corta o chaqueta alargada en la que, por lo general, se combinaban las telas y los colores.
Los nobles usaban túnicas de telas suntuosas, como terciopelos, damascos y brocados con adornos de pieles y bordados. La chaqueta se abría por delante y a veces llevaba cuello y otras veces carecía de él. Las mangas eran abullonadas y acuchilladas en la parte superior y ajustadas en la inferior.
El sombrero masculino consistía en un birrete adornado con una alhaja o pluma y confeccionado en diversos materiales, como fieltro, terciopelo, seda gruesa, etc. También se usaban tocas y sombreros de ala ancha levantada a los costados. En invierno se usaban capotes voluminosos, pero cortos, que caían sobre el cuerpo formando elegantes pliegues.





Italia tuvo gran importancia cultural en la época del Renacimiento. Poderosos mecenas y talentosos artistas, unidos en un mismo ideal, realizaron obras admirables. En esa atmósfera la actividad mundana fue muy viva y en las reuniones, damas y caballeros rivalizaban en elegancia y distinción. Las telas suntuosas (terciopelos, sedas, brocados con adornos de perlas y piedras preciosas, así como bordados con hilos de oro y plata) eran las preferidas.
Los hombres vestían bragas ajustadas de paño o de seda, pero en la segunda mitad del siglo XVI empezaron a usarse acuchilladas y con aberturas alargadas que revelaban un amplio forro de seda acolchado. Mas tarde se usaron calzones atados por debajo de las rodillas, con jarreteras o adornados con citas, flecos o borlas. El vestido de las damas tenia un diseño artístico, pero ampuloso. El corpiño era ajustado y con amplio escote.
Las mangas que a principios de siglo eran ajustadas, se hicieron luego abullonadas y acuchilladas, dejando ver prendas interiores de hilo fino. Como abrigo se usaban amplias capas o mantos.






En la época del Renacimiento, la moda italiana se impuso en los demás países de Europa. Los hombres vestían bragas ajustadas de paño, terciopelo o seda: por lo general combinaban uno o más colores en una pierna, y la otra era lisa. También se usaban calzones anchos y ajustados debajo de las rodillas con jarreteras y adornados con cintas, flecos y borlas. Estos calzones, así como las mangas, eran acuchillados y combinaban seda y terciopelo de distintos tonos, lo que producía notables efectos de contraste.
El sombrero masculino era, por lo común, una pequeña toca o birrete, pero también los había con ala que presentaba formas muy variadas. Un detalle característico era que los bordes de los sombreros se guarnecían algunas veces con agujetas, que eran cordones, cintas o correas con un extremo de metal y que se usaban también para abrochar otras prendas. El cabello de los hombres tenia una longitud moderada y, por lo general, llegaba hasta los hombros.
Hacia fines del siglo XV se hicieron más comunes el bigote y la barba. En invierno se usaban amplias capas de paño grueso adornadas con pieles en el borde o en la cara inferior y sujetas con broches o cordones.






En los siglos XV y XVI la moda italiana se impuso en los demás países europeos. Predominó entonces el gusto por las ricas telas de seda, terciopelo, brocado, etcétera, enriquecidas con bordados de oro, perlas y piedras preciosas. El traje masculino consistía en calzas muy ajustadas y, a veces, combinadas con dos o más colores, y una chaqueta ajustada con mangas acuchilladas y muy amplias.
Los funcionarios usaban largas togas lisas, con mangas amplias terminadas en un puño estrecho. La chaqueta de los caballeros presentaba gran variedad: algunas eran ajustadas en el pecho y desde la cintura se ensanchaban, formando una especie de falda con pliegues que caía hasta las rodillas. Debajo se usaba una camisa de hilo fino que terminaba en el cuello con una especie de gorguera.
El sombrero era una toca o birrete que los nobles adornaban con una pluma o joya; asimismo, había modelos con alas levantadas y recortadas y también especies de turbantes que cubrían enteramente la cabeza.







En la época del Renacimiento, los vestidos de las damas de la nobleza estaban realizados con telas suntuosas (sedas, rasos, brocados, terciopelos) y bordados con hilos de oro, perlas y piedras preciosas.
Las perlas traídas de Oriente eran muy solicitadas y se convirtieron en el adorno principal de la vestimenta. De las regiones nórdicas de Europa llegaban pieles finas, como el armiño, lince, zorro y marta, para adornar los mantos y las capas.
El vestido era de talle corto y ajustado y las faldas muy amplias. Las mangas se usaban ajustadas a principios del siglo XVI, pero luego se impuso la moda de las mangas muy hinchadas y acuchilladas, lo que permitía ver una ropa interior de fino hilo blanco. A veces se usaba un cinturón cubierto de alhajas y se suspendía de el un rosario, un abanico o un monedero. El cabello se llevaba largo, pero recogido en la nuca con un moño o bien formando una trenza atada con una cinta.
También se usaba otro estilo, en el que el cabello estaba partido en la frente y caían a los costados rulos de cierta longitud.









En el siglo XVI, la moda se caracterizó por su fastuosidad y por el empleo de telas suntuosas adornadas con bordados. Los trajes, tanto de los hombres como de las mujeres de la nobleza, tenían bordados con hilos de oro y plata y también con hilos de color rojo y negro.
En esa época se difundió en Europa el uso de la aguja de acero, que habían introducido los moros en España. Este instrumento permitió realizar bordados mas finos y delicados. Italia y Flandes rivalizaban con este tipo de trabajo, del que surgió luego el encaje.
Durante la primera mitad del siglo XVI, los encajes eran simples galoncitos o trencillas que se usaban para entrelazar diversas partes de la vestimenta. Luego, se fabricaban utilizando hasta quince hebras de hilos diferentes.
Las damas adornaban su cabeza con redecillas sujetas con cintas: también lucían pequeñas tocas o velos de gasa ondulante. Las novias llevaban sobre sus largos cabellos sueltos, guirnaldas de flores. Un adorno muy difundido consistía en una sola joya que pendía sobre la frente con una fina cadenita. Este detalle puede verse en un cuadro de Leonardo da Vinci.







El traje de la dama de la época del Renacimiento en Italia era sumamente artístico en su diseño y realizado con telas muy costosas. Las preferidas eran las sedas, rasos, terciopelos, brocados, damascos, enriquecidas aún más por los bordados con hilos de plata y oro, y con el agregado de perlas y piedras preciosas.
El corpiño era de talle corto y la falda amplia. A veces se usaba una especie de sobrevestido con sisas muy grandes por donde pasaban las mangas ajustadas o bien muy amplias y acuchilladas. En estos casos el escote tenia forma de V y llegaba hasta la cintura, dejando ver una pechera ajustada y con cuello redondeado.
En invierno se usaban capas forradas con pieles de marta, armiño, zorro, etc. La difusión de la aguja de acero introducida por los moros en España permitió realizar bordados más finos y delicados, e Italia, junto con Flandes, fue la región donde se realizaron los más bellos. Los abanicos volvieron a estar de moda, y en Venecia se usaban hermosos abanicos de plumas.







Como ya hemos señalado en notas anteriores, la vestimenta de los italianos en la época del Renacimiento se caracterizó por su fastuosidad. A ella contribuían las telas suntuosas (sedas, brocados, terciopelos) y los bordados realizados con hilos de oro o plata, a los que se añadían perlas y piedras preciosas. El vestido femenino tenía el busto ajustado, el escote amplio y la falda hasta el suelo.
También su usaban vestidos exteriores con cintura y sin mangas, y sayas interiores con mangas largas ajustadas o bien acuchilladas. La cintura era muy alta y la falda se prolongaba, a veces, en una cola corta.
Otra prenda común era la "giornea", ropaje sin mangas, abierta a los lados, que dejaba ver el vestido interior y las mangas. Las mujeres usaban los cabellos largos, cubiertos por un pequeño velo, a veces sueltos y sujetos por una fina cadenita que cruzaba la frente, o bien recogidos debajo de una toca o turbante. Las damas de la nobleza lucían coronas con perlas o sujetaban los cabellos con cintas bordadas y lazos.







Los nobles usaban una vestimenta suntuosa confeccionada con ricas telas de brocado, terciopelo, seda, etc., enriquecida con bordados de hilos de oro y plata, con perlas y piedras preciosas. Una característica del traje femenino fue una especie de doble vestido, como se ve en el modelo de la página; el exterior es de seda con flecos dorados y el interior es de brocado.
La chalina es de muselina y el tocado es un birrete bordado con hilos de oro y perlas.
El traje masculino ilustrado es de terciopelo con cuello de pieles, jubón cerrado con cordoncillos sobre camisa blanca, mangas acuchilladas y gorrito de terciopelo. Las calzas están parcialmente coloreadas. Los tocados eran muy variados y consistían, por lo general, en coronas o diademas con perlas o piedras preciosas y cintas.
También se usaban botas de género abotonadas en el lado interior de la pierna.









En la Italia del Renacimiento comenzó a diferenciarse netamente la vestimenta de las diversas clases sociales.
La de la nobleza, en particular, se destacó por su suntuosidad y la utilización de ricas telas, bordados y pieles. Pero también empezaron a adquirir caracteres típicos las vestimentas de los habitantes de las diversas regiones, cada una de las cuales tiene un detalle singular. Así se distinguían las ropas de los campesinos del norte (Florencia, Milán, Venecia, Mantua), de los del centro y de los del sur (Nápoles, Calabria, Sicilia).
Los aldeanos usaban calzas ajustadas y capas amplias y cortas, reforzadas con una especie de sobrecapa que cubría los hombros. El vestido femenino tenía falda amplia y larga, talle ajustado y, sobre el mismo, se usaba un delantal que cubría casi enteramente la falda.
Los cabellos se llevaban recogidos y protegidos con una toca o pañuelo que se prolongaba alrededor del cuello. Las tocas eran pequeñas y de formas variadas.
El calzado era de cuero suave y carecía de adornos.





A partir del Renacimiento comenzó a diferenciarse la vestimenta de las diversas clases sociales. La de la nobleza se destacó por su suntuosidad y por la utilización de hermosas telas y bordados. En aquella época, Italia era uno de los más importantes países que fabricaban telas suntuosas con métodos que habían copiado de Oriente. Pero también comenzaron a adquirir caracteres típicos las vestiduras de los diversos reinos y ciudades de la península itálica.
En el siglo XVII las damas nobles usaban un vestido ajustado en la cintura con la falda amplia que llegaba hasta los pies. Sobre él llevaban un abrigo de terciopelo con hilos de oro. El tocado era sencillo y comenzaron a usar sombreros con plumas igual que los caballeros.
La gorguera se popularizó en esta época: adquirió una forma especial de cuello rizado y pasó a ser parte de la indumentaria masculina. En el siglo siguiente, la gorguera alcanzó tamaño desmesurado; en las mujeres, forma de abanico.










A partir de la época del Renacimiento comenzó en Italia a diferenciarse la vestimenta de las diversas clases sociales. Pero además se fue imponiendo la influencia de la moda francesa.
La moda basada en telas suntuosas traídas de Oriente y que usaban los venecianos, florentinos y romanos se modificó por el agregado de encajes y plumas provenientes de Francia. La casaca tenía mangas acuchilladas, con botones que dejaban ver gran parte de la camisa; por lo tanto, ésta requería esmerada confección.
Los cuellos eran amplios y se ataban por delante con cintas y cordones con borlas de seda, Las bragas eran cortas y amplias y se colocaban sobre medias de seda roja.
Las botas de cuero se distinguían por la amplitud de la parte superior. Sobre la chaqueta, cruzaba el pecho el tahalí (de cuero o de raso) sujeto desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda.
El sombrero era de fieltro con las alas onduladas y adornadas con plumas.





 


 


 


 








 
















  

miércoles, 22 de febrero de 2012

Alemanes

Los alemanes eran pueblos que habitaban en el centro de Europa. Entre los siglos XI y XIII vestían una túnica que era igual para ambos sexos, pero en los hombres llegaba, por lo general hasta las rodillas; en cambio, en las mujeres hasta el suelo. Con el tiempo la túnica femenina se convirtió en un vestido muy ajustado, con mangas flotantes, que se usaba sobre una prenda interior o camisa. El clima frío obligo a usar tejidos gruesos y pesados. Los jefes y nobles vestían túnicas largas y capas amplias con algunos adornos. Los hombres se cubrían la cabeza con un típico sombrero de paño de una sola pieza y con ala ancha. Sobre la túnica se colocaban una capa corta, no muy amplia, abierta en los costados, lo que les permitía gran libertad de movimientos. Ambos sexos calzaban zapatos ajustados, pero muy flexibles, de cuero o de lona.


A mediados del siglo X se organizó en el centro de Europa el Sacro Imperio Romano Germánico, que comprendía lo que hoy es Bélgica, Holanda, este de Francia, Suiza, Alemania, Austria, Checoslovaquia, norte de Italia y parte de Hungría y Polonia. La mayoría de sus habitantes eran descendientes de las tribus germanas; de modo que su vestimenta característica era la túnica de lana corta y la capa gruesa sujeta a un costado. Pero el emperador y las clases elevadas comenzaron a usar telas más ricas fabricadas en Flandes, ciudad que pronto se destacó en la industria textil. La túnica femenina fue evolucionando hasta convertirse en un vestido propiamente dicho, adornado con oro y piedras preciosas. En la cabeza las mujeres usaban toca -ó corona en el caso de la emperatriz- y barboquejo de tela o bien redecilla de lana tejida con adornos de oro, plata y piedras preciosas. Los flamencos se destacaron también en tejidos de hilo y algodón y fabricaban velos de muselina y gasa empleados en tocas, barboquejos y pañuelos, que lucían las damas.


Durante la Edad Media, los caballeros y nobles alemanes cubrían su cuerpo con un conjunto de piezas defensivas que constituían la armadura. Ésta se componía, principalmente, de escudo, casco y cota de malla. Las armaduras fueron evolucionando en el transcurso de los siglos. Hasta mediados del siglo XII, el cuerpo y la cabeza se cubrían con una malla de metal denominada loriga. Más tarde se protegieron también las piernas y los pies con un tejido de malla de anillos de hierro. Posteriormente, las armaduras se formaron con placas de metal articuladas. Los cascos eran de metal de formas redondeadas y a veces puntiagudas y con un protector sobre la nariz. Encima de la cota de malla se colocaban la sobreveste o túnica de paño, de colores vivos, que servia para proteger del calor y del polvo, y la cual fue tomada, probablemente, de los turcos durante las cruzadas que se hicieron para rescatar el Santo Sepulcro de Jerusalén. Los escudos eran gruesas piezas de metal de forma triangular. Las principales armas ofensivas era la lanza y la espada de acero.


Las damas del Sacro Imperio Romano Germánico utilizaban para sus trajes telas fabricadas en Flandes, región en la que la industria textil de lanas, sedas, terciopelos e hilo fino había alcanzado gran desarrollo. El atuendo principal consistía en un vestido largo que hacia el siglo XII comenzó a usarse ceñido en la cintura, con mangas flotantes y sobre un corsé. Sobre éste se colocaba una túnica de escote alto, sin mangas, o un gabán con grandes bocamangas. Las telas eran suntuosas y de brillante colorido. Se adornaban con joyas de oro incrustadas con piedras preciosas, como collares, aros, anillos, brazaletes y cinturones. Los cabellos se usaban largos, formando trenzas sujetas, a veces, con largas cintas, o bien recogidos bajo una toca con barboquejo. El calzado era de cuero flexible adornado con tiritas de oro y perlas. Las mujeres del pueblo vestían túnicas de tela rústica sobre faldas amplias y capas sujetas en el pecho. 


A fines de la Edad Media, los talleres de Flandes eran considerados los mejores de Europa, y ellos abastecían de ricas telas a los nobles. La mejor lana llegaba hasta esa región, donde hábiles artesanos fabricaban paños suaves y abrigados. Su cercanía con Alemania influyó decisivamente en la moda del Sacro Imperio Romano Germánico. La prenda principal continuó siendo la túnica, pero la del emperador y personajes principales llevaba adornos de pieles o tejidos de oro. El turbante o caperuza protegía la cabeza de los hombres; la cofia o redecilla, la de las mujeres. Éstas, por lo general, no usaban cosméticos. Todos calzaban zapatos de cuero suave y flexible bien ajustado. Las telas eran de colores brillantes, y tenían, como adorno característico, grandes festones en forma de pétalo. Un detalle muy importante para la moda: la aguja de acero se fabricó por primera vez en 1370 en la ciudad alemana de Nuremberg.


En los últimos siglos de la Edad Media, el Sacro Imperio Romano Germánico conservaba su importancia política y económica; de allí que también la moda alemana, basada en las ricas telas elaboradas en Flandes, se impusiera, sobre todo, en el centro y norte de Europa. Los vestidos femeninos eran ceñidos al cuerpo con cinturones de cuero anchos, y como abrigo se empleaban amplias capas de lana. Las mujeres usaban el cabello largo, suelto o recogido a los costados y en forma de trenzas sujetas como espirales. Sobre este peinado se colocaban una toca o redecillas con hilos de oro. La túnica de los hombres se transformó en una chaqueta forrada, de falda corta, y calzas largas y ajustadas. Hacia el siglo XIV los trajes perdieron la amplitud que tenían en los siglos anteriores y eran ceñidos al cuerpo. Los hombres protegían su cabeza con caperuzas de paño que a veces llevaban un reborde de piel de terciopelo.


La armadura protectora de los guerreros fue usada desde la más remota antigüedad, pero se generalizó en la Edad Media convirtiéndose en una pieza muy elaborada de gran calidad, no sólo técnica sino también artística. Los alemanes, que sabían trabajar muy bien los metales, fabricaron excelentes armaduras. Un tipo muy común era la llamada cota de malla, hecha con anillos de alambre que luego se unían para formar un tejido continuo. Una buena cota de malla tenía entre 200 y 300 mil eslabones, y por eso su confección era realmente costosa. Pero protegía sólo contra puñales, flechas, espadas y lanzas, brindando poca protección contra los golpes de maza. Hasta comienzos del siglo XIII se usó este tipo de armadura, sobre la que se colocaba una túnica de cuero y luego se le fueron añadiendo planchas de metal en el pecho y la espalda para aumentar su valor. La cabeza estaba protegida con un casco de metal.


Desde fines de la Edad Media, los habitantes de la región de Flandes fueron considerados los más hábiles artesanos en las industrias que estaban relacionadas con la moda, en especial las telas, los encajes y los bordados. La túnica era la prenda de vestir más común para varones y mujeres, pero hacia el Renacimiento se notó una evolución. En los hombres la túnica se acortó y se hizo más ajustada. Esta prenda llegaba hasta la rodilla o mitad del muslo y se abotonaba adelante. Las mangas ofrecían gran variedad: eran muy amplias, abollonadas hasta el codo y abotonadas desde allí hasta la muñeca; en otros casos eran muy amplias y terminaban con el borde festoneado o con diversos adornos. Las calzas eran ajustadas y cubrían las piernas y el pie a modo de medias. Sobre ellas se colocaba el calzado, que era de cuero flexible. Los hombres usaban los cabellos largos hasta el hombro y cubiertos por pequeñas tocas o por especie de turbantes primorosamente plegados, hechos de terciopelo y seda.


En el siglo XV comenzó en Italia un importante movimiento renovador llamado Renacimiento, que se extendió luego a otros países del continente. La moda experimentó también notables cambios y apareció una neta diferenciación en las prendas. Ello se notaba en la vestimenta femenina de Alemania, pues la túnica se transformó en un vestido propiamente dicho. Este era ajustado en el talle, sin cuello, con la falda amplia y las mangas de forma muy variable. A veces eran flotantes y llegaban hasta el suelo, y otras muy amplias, abullonadas, pero sujetas con un puño a la muñeca. Debajo se usaba una prenda interior o camisa. Sobre el traje se colocaba otra prenda llamada gabán, que a veces era muy suntuosa, estaba bordada con hilos de oro y se sujetaba por delante con cintas. Como abrigo se llevaba un manto de lana gruesa forrado con pieles y sostenido por una cadenita o cordón en el pecho. Los cabellos se llevaban largos, pero por lo general recogidos por medio de redecillas o tocas de formas muy variadas.


En el siglo XV la industria textil había alcanzado gran desarrollo en Flandes, región que proveía de telas no sólo a Alemania sino también a Francia, Inglaterra y aun a Italia, donde había también importantes fábricas de tejidos. Hacia esa época, los hombres usaban una túnica ajustada que se extendía hasta la mitad del muslo, abotonada adelante. Con el tiempo, esta túnica se transformó en una chaqueta forrada con faldellín corto. Una característica distintiva de la moda de ese siglo fue la combinación de dos o más colores formando rayas, y se combinaban rayas horizontales con rayas verticales. Los nobles usaban como complemento, pequeñas capas de terciopelo, de seda o de otras telas suntuosas. La túnica corta presentaba enormes variaciones y adornos: bordados, pieles, etc.Los burgueses siguieron usando túnicas amplias y más largas. En invierno se usaban gruesos paños de lana, en la que los flamencos eran hábiles tejedores, pero también sabían fabricar telas de hilo y algodón.


En el siglo XV la túnica casi había desaparecido para dejar paso a una chaqueta corta, en el vestuario masculino, y a un vestido propiamente dicho, en la vestimenta femenina. El corte ajustado de la prenda en la cintura obligó a llevar debajo un corsé. El escote era, por lo general, redondo y sin adornos. Las mangas, en cambio, presentaban gran variedad. Las del vestido eran flotantes, con los bordes trabajados, y dejaban ver las mangas de la camisa, abullonadas y sujetas en el puño. Las prendas interiores se hacían de algodón o de hilo y también se usaban pañuelos y tocas de gasa, muselina, etc. Las mujeres usaban el cabello largo y liso, dividido por una raya al medio y peinado con dos trenzas que caían sobre el cuello, o bien formaban espirales a ambos lados del rostro. Sobre el peinado se colocaba una cofia o corona de oro sobre una gorrita de hilo, o redecillas de lana tejidas, hilos anudados de oro y de seda, o turbantes de seda o terciopelo con adornos de plumas y piedras preciosas.


Hacia el siglo XV apareció en Alemania una especie de túnica ajustada que se extendió hasta la mitad del muslo. Se llevaba abotonada en el frente, de arriba hacia abajo, y tenía las mangas muy ajustadas y, por lo general, abotonadas desde el codo hasta el dedo meñique. Las mujeres usaban también una prenda semejante que, además, tenía un faldellín que caía hasta el suelo formando pliegues. Los tejidos eran, por lo común, de lana gruesa para soportar los climas rigurosos. También se empleaban telas suntuosas, como terciopelos, brocados, lanas bordadas con hilos de oro, etc. Las túnicas cortas se usaban forradas con telas de colores contrastantes o de pieles. Las pieles cubrían, también, el borde de las túnicas y el cuello. Para proteger la cabeza lucían sombreros con adornos de plumas, tocas, turbantes plegados, etc. El calzado era muy sencillo, ajustado al pie y de cuero flexible.


Desde fines de la Edad Media y durante la época del Renacimiento, el tocado femenino adquirió gran importancia como complemento del atavío. La utilización de diversos materiales contribuyó a darle gran variedad y atractivo. En una época en que el vestido comenzaba a aparecer como tal, diferenciándose de la túnica el tocado contribuía a realzarlo y, en cierta manera, indicaba la condición social de quien lo llevaba. Las damas de la nobleza usaban una gorrita de hilo con barboquejo y sobre ella una corona. Otras veces, la corona se colocaba sobre una redecilla de lana tejida o cordones anudados de seda, oro o plata. También se usaban turbantes de dos o más telas combinadas, como terciopelo, brocado, seda, etc., bordados y adornados con piedras preciosas, plumas de garza, etc. Los cabellos se llevaban largos, con raya al medio y formando trenzas, que se arrollaban en espirales a ambos lados del rostro.


A principios del siglo XV se usó en Alemania una túnica ajustada que se extendía mas o menos hasta la mitad del muslo, abotonada de arriba hacia abajo. Las mangas eran largas y estrechas y, por lo general, se abotonaban desde el codo hasta la muñeca. Encima de la túnica se usaba un gabán de grandes bocamangas adornadas con piel, lo mismo que el ruedo. La túnica de los hombres fue evolucionando lentamente y se transformo en una chaqueta forrada con un faldellín, que se prolongaba hasta la mitad muslo o hasta las rodillas. El pantalón era muy ajustado y se prolongaba hasta el pie. Sobre el se colocaba un zapato suave y de cuero flexible. Las capas de abrigo eran amplias, pero cortas. En la cabeza usaban un sombrero con alas, tocas, turbantes con primorosos pliegues, y caperuzas unidas a las capas. En la cintura llevaban gruesos cinturones de cuero con adornos de metal de donde pendían las armas (espadas o puñales); también, llaveros o bolsitas con dinero.


El tocado fue una prenda de gran importancia en la moda femenina. En Alemania y Flandes se utilizaron diversos materiales, sedas, brocados y otras telas suntuosas, lo que contribuyó a darle gran variedad. Pero el tocado no sólo realzaba el vestido sino que era también símbolo distintivo de la condición social de la mujer. Las damas peinaban el cabello tirándolo hacia atrás, alisado sobre la cabeza, con largas trenzas que formaban espirales a ambos lados de la cabeza. Las damas de la nobleza usaban turbantes, gorritos y especies de coronas de terciopelo con bordados de oro, plata y piedras preciosas. Las mujeres de condición humilde usaban velos o pañuelos de color que cubrían los cabellos. Las alemanas y las flamencas no empleaban cosméticos, pero en cambio tenían afición por los colores brillantes. Las joyas preferidas eran cadenas y medallas de oro con incrustaciones de piedras preciosas.


En la segunda mitad del siglo XV la moda en Alemania se caracterizaba por la utilización de paños de diferentes colores. La túnica corta o las capas, así como también las calzas, se confeccionaban de paño combinando franjas con colores contrastantes y diferentes entre las dos mitades. A veces una pierna era lisa, de un solo tono, y la otra de dos o tres tonos. El traje era también un símbolo de la jerarquía o de la ocupación de la persona, pero la prenda más corriente era la túnica corta que llegaba hasta las rodillas o la chaqueta ajustada que se prolongaba hasta las caderas. Las armaduras de la época ofrecían también un aspecto muy curioso por la combinación de las diversas piezas, que presentaban notables diferencias entre el lado derecho y el izquierdo. El cabello se usaba, por lo general, largo, cayendo sobre los hombros, y en las ceremonias los nobles usaban tocados con adornos de plumas. El calzado era muy simple y de cuero suave y flexible, pegado al pie y, por lo general, sin ningún tipo de adorno.


En la segunda mitad del siglo XV en Alemania y en los diversos países europeos, la vestimenta era un signo distintivo de las clases sociales. La de los nobles estaba confeccionada con ricas telas y paños de Flandes, con bordados y adornos de pieles o incrustaciones de joyas. En esa época las ciudades comenzaron a florecer, y sus habitantes o burgueses prosperaron por el desarrollo del comercio y la industria. Sus trajes, si bien tendían a asemejarse con los de la nobleza, carecían de la suntuosidad de los de ésta. Los campesinos y los artesanos usaban túnicas cortas o chaquetas que caían hasta la cadera y que se prolongaban con una capucha o caperuza que cubría la cabeza. Las campesinas vestían faldas amplias, que, a diferencia de las de las damas, llegaban sólo hasta media pierna. Como abrigo usaban una chaqueta corta y ajustada de paño grueso. El tocado era sencillo y cubría los cabellos, que, por lo general, eran largos y sujetos formando trenzas.


El centro de la moda para los alemanes en la época del Sacro Imperio Romano Germánico se encontraba en la región de Flandes, donde había fábricas de tejidos de paño de lana y también de sedas, brocados, terciopelos, etc. A principios del siglo XVI surgió la moda llamada de los acuchillados, que tuvo un origen muy curioso. En el año 1477, los soldados suizos mercenarios al servicio del emperador alemán obtuvieron una gran victoria sobre el duque de Borgoña, y entonces remendaron sus uniformes con jirones tomados de las tiendas de campaña, banderas y otras piezas que los borgoñones habían abandonado en su huida. Pronto imitaron esta moda otros soldados, especialmente los mercenarios llamados lansquenetes. Por eso su uniforme llegó a ser estrafalario: los pantalones eran acuchillados y no sólo de diferentes tonos en cada pierna, sino de dos o más colores en cada pierna. Las mangas, que sobresalían del capote ajustado, eran también acuchilladas, lo mismo que el sombrero adornado con plumas.


En el siglo XVI, el Sacro Imperio Romano Germánico fue gobernado por monarcas de la casa de los Habsburgo, como Maximiliano l y Carlos V (este último era rey de España con el nombre de Carlos I, antes de ser electo emperador). En esta época el imperio pasó por luchas internas, provocadas por la reforma religiosa y por levantamientos de campesinos, que atravesaban por una angustiosa situación económica. Los campesinos vestían telas gruesas y burdas, túnica corta que, a veces, se prolongaba en una caperuza que protegía la cabeza, y pantalón ajustado. A veces, la caperuza se extendía como una especie de capa que cubría los hombros y llegaba hasta la mitad del pecho y la espalda. El calzado era de cuero; algunos llevaban botas o tiras de cuero arrolladas alrededor de la pierna hasta la rodilla. Los zapatos eran cuadrados en la parte delantera y muy estrechos en el talón. Los hombres usaban los cabellos largos que les llegaban hasta los hombros, y las mujeres sujetaban el cabello con redecillas.


En el siglo XVI, época de gran esplendor del Sacro Imperio Romano Germánico, las damas de la nobleza utilizaban telas suntuosas para la confección de su vestimenta. Las telas, por lo general, venían de Flandes: lanas, sedas, brocados, terciopelos y encajes. También de allí provenían telas suaves de hilo, muselina y gasa que se empleaban para confeccionar tocas, velos y pañuelos. Este accesorio comenzó a tomar mayor importancia en esta época y se le empleó no sólo para la higiene sino como un adorno. Existieron pañuelos de mano con bordados, puntillas, etc., y otros más grandes que se colocaban alrededor del cuello. El vestido era ajustado en el talle y con la falda muy amplia. Las mangas se usaban acuchilladas, en dos tonos contrastantes. Las mujeres llevaban el cabello largo, alisado, y sujeto con dos largas trenzas que se arrollaban en espiral a ambos lados de la cabeza, la cual, por lo general, se cubría con un amplio tocado de hilo blanco, liso, bordado o con aplicaciones.


En el siglo XVI, el traje femenino en Alemania se destacaba por su suntuosidad. A ello contribuían las ricas telas procedentes de Flandes, como terciopelos, sedas, brocados y encajes. El vestido era ajustado en el busto y el talle, y con un escote amplio en forma de óvalo que llegaba hasta el extremo de los hombros, o bien cuadrado o redondo. La falda era amplia, con pliegues, y llegaba hasta el suelo. Las mangas eran muy ajustadas en el brazo, y en el hombro y codo presentaban pliegues o cortes del tipo acuchillado. Los tocados eran muy diversos y a veces, cubrían la larga cabellera. Por lo general, eran de tela fina y tenían adornos de hilos de oro, bordados y alguna piedra preciosa incrustada en el centro, sobre la frente. También se usaban amplios sombreros de terciopelo acuchillados, con vistosas plumas. Las joyas preferidas eran los collares de oro y plata en forma de cadenas. Algunos detalles de la vestimenta distinguían a las mujeres casadas de las solteras.             

 

viernes, 17 de febrero de 2012

Los Escoceses

Escocia ocupa la parte norte de la isla de Gran Bretaña, y en el año 80 después de Jesucristo fue sometida por los romanos. Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, el territorio se dividió entre los pictos, escotos, anglos y britanos, pero en el siglo VI el país se unió con la supremacía de los pictos. Durante siglos los escoceses lucharon contra los ingleses y noruegos para mantener su independencia. Los pictos se envolvían en una tela a cuadros llamada kilt, que a veces plegaban y sujetaban con un broche de metal en la cintura. El resto de la tela lo llevaban sobre el hombro izquierdo. Los colores de la tela indicaba la categoría del que los ostentaba. El rey podía usar 7 colores; la alta nobleza 5; la baja nobleza 4; los jefes de primera categoría 3; los de segunda categoría, 2 y los labradores y soldados un solo color. Usaban medias a cuadros que dejaban libres las rodillas. El traje masculino tuvo características bien definidas que perduraron a través de los siglos. En cambio, la vestimenta femenina varió de acuerdo con la moda europea.

Los Anglosajones

Los anglos y los sajones eran pueblos  que habitaban en el continente europeo y que a mediados del siglo V  invadieron las islas Británicas. En estos pueblos la vestimenta tiene la influencia de los bárbaros y también de los romanos. Los hombres vestían una túnica corta de lana que en los nobles tenia diversos adornos. El manto o capa, también de lana gruesa, estaba sujeta a un costado por un broche. Usaban cabellos largos sujetos con una estructura de metal. Las mujeres llevaban, sujeta a la cintura, una larga túnica que cubría enteramente el cuerpo, y en la cabeza un manto semejante a la pella romana. Para ambos sexos las prendas principales eran la estola, la túnica y la palla, pero además, una prenda interior de hilo blanco o lana llamada camisola y que dio origen a la camisa. Los hombres calzaban zapatos de cuero bajos y las mujeres zapatos suaves de cuero o de genero.