martes, 28 de febrero de 2012

Los Italianos

Durante los primeros tiempos de la Edad Media, los hombres y las mujeres de Italia continuaban vistiéndose de manera semejante a la de los antiguos romanos. Pero poco a poco la vestimenta se fue modificando por influencia de los bizantinos. Al principio se usaba una túnica larga y sobre ella una capa que se cerraba sobre el pecho con un largo alfiler o hebilla. Los hombres se ponían largas calzas ajustadas y sostenidas por un cinturón de cuero. Hacia el siglo XI comenzó a usarse la túnica interior de lana, hilo o seda cerrada en el cuello y puños con lazos. En esa época las telas empleadas en las túnicas eran más de seda o lana bordada, y forradas con pieles en el invierno. El calzado era de cuero suave, adornado a veces con bordados y hasta con joyas. La cabeza masculina era protegida con cascos de metal y también con caperuzas de lana y gorros con adornos de piel.



Hacia el siglo XIII, es decir a fines de la Edad Media, la vestimenta de los nobles italianos se confeccionaba con telas pesadas y ricas, con bordados, y forradas con pieles en invierno. La túnica superior de los hombres se fue haciendo más corta y cubría sólo las rodillas. Así la usaban principalmente los jóvenes, que por eso fueron tachados de "indecentes" por los mayores. Esta túnica iba acompañada, a menudo, por calzas largas y ceñidas, de color rojo, con ligas, adornos de oro y piedras preciosas. El brocado y el terciopelo eran las telas más empleadas. Tanto los hombres como las mujeres llevaban capas muy amplias y suntuosas. La túnica femenina llegaba hasta los pies y tenia cola. En esta época aparece el color negro como señal de luto, pero también este estado se expresaba con cintitas blancas colocadas sobre el manto. La cabeza estaba protegida por tocas de gasa, y los cabellos se llevaban largos o recogidos con trenzas.





A fines de la época medieval, la vestimenta va adquiriendo en Italia características propias. Hacia el siglo XIII, la túnica masculina, que era amplia y larga, se va acortando y cubre solamente las rodillas. A veces, la túnica caía derecha y otras se sujetaba con un cinturón, dejando un faldellín debajo de la cintura. Los varones usaban calzas largas, hechas al sesgo, con ligas de oro y adornos con joyas. Tanto las mujeres como los hombres gustaban de las telas suntuosas, como sedas, brocados y terciopelos de color escarlata, azul, verde o púrpura. En esa época, los brocados de la isla de Sicilia eran considerados los más bellos del mundo. Se usaban amplias capas flotantes que en invierno llevaban adornos de pieles, siendo las de armiño las preferidas por los príncipes o jefes de Estado. La cabeza de los hombres estaba protegida por una capucha que, por lo general, terminaba en una punta muy larga que se envolvía en el cuello, en un brazo o en torno de la cabeza, a modo de turbante. Pero esto era sólo privilegio de los nobles. 




Al regresar de Tierra Santa, los cruzados trajeron a Occidente telas y accesorios usados en los países orientales con los que habían estado en contacto. En Europa, y principalmente en Italia, se pusieron de moda bolsos, zapatos, guantes y cinturones ricamente bordados. En las telas se aplicaban perlas, lentejuelas y bordados de estilo persa. Hacia el siglo XIV comenzaron a usarse prendas divididas en cuartos y mitades; cada parte tenía colores contrastantes e inclusive cada media o cada zapato era de color distinto. El calzado era suave y flexible, de cuero o de terciopelo, con bordados en colores y aplicaciones de oro y piedras preciosas. Las puntas de los zapatos de los hombres eran tan alargadas que hasta se llegó a sujetarlas en lo alto por medio de cadenitas. El peinado femenino era de estilo madona, es decir, los largos cabellos divididos en el centro, ceñidos a la cabeza y rematados con una corona de trenzas. Sobre ellos se colocaba un velo, redecilla o casquete.






A fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna el lujo oriental entró en Europa a través de Italia. Comenzaron a usarse sedas, brocados, telas con diseños adamascados, joyas y accesorios suntuosos. En esa época el traje indicaba el rango social y, por ello, las autoridades fijaron por decreto quiénes podían usar prendas de costo elevado, y hasta se fijó el largo que debían tener las colas de los trajes.Hacia los siglos XIV y XV se operó un cambio notable en la indumentaria masculina. El traje se componía de una camisa, una túnica y calzas. Encima de la túnica se llevaba una chaqueta o jubón. La camisa o prenda interior era amplia, fruncida en el escote y los puños. Los nobles vestían camisas bordadas con hilos de oro. En invierno se usaban capas enteras que se continuaban con capuchas para proteger la cabeza. Entre los accesorios más costosos figuraban los guantes perfumados y los pañuelos de seda, que se llevaban como signo de ostentación.






La situación privilegiada de Italia en el centro del Mar Mediterráneo permitía realizar un activo comercio entre Oriente y Occidente, en especial a fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna.
Del Asia se trajeron telas suntuosas, sedas, brocados, etc., y accesorios como abanicos, guantes perfumados, espejos, etc. En Italia fue donde primero se usaron abanicos, algunos de los cuales estaban adornados con plumas de avestruz o de pavo real y con mangos de oro o marfil. Las joyas eran pesadas, de oro macizo, cadenas con pendientes y cinturones. La gran demanda de seda determinó la instalación de la primera fábrica de seda en Palermo, sur de Italia, en el año 1148.
Los puertos de Venecia y Génova eran los más activos, y por ellos se introducían mercaderías suntuosas que luego se llevaban a otros países europeos. Venecia alcanzó suma prosperidad, y la moda veneciana tuvo, hacia el siglo XIV gran influencia en el resto del continente.







El movimiento renovador conocido con el nombre de Renacimiento comenzó en Italia en los siglos XIII y XIV y alcanzó su apogeo en los siglos XV y XVI. Muchos factores determinaron que en la península se iniciara la búsqueda de los modelos grecorromanos menospreciados durante la Edad Media.
Entre los más importantes figuran los mecenas, príncipes, nobles, pontífices, que ayudaban a los artistas. Lorenzo el Magnífico, duque de Médicis, en Florencia, fue un generoso mecenas que impuso, además, cambios en la indumentaria masculina. Los hombres usaban camisa, calzas y una prenda denominada jubón o chaqueta. El jubón podía ser corto, llegando hasta la cadera, o bien largo, alcanzando casi las rodillas, pero siempre sujeto a la cintura por medio de un cinturón.
El escote era redondo o en forma de V, y las mangas presentaban gran variedad.
Al principio, las mangas estaban ajustadas al brazo y luego ajustadas en el antebrazo y abullonadas arriba. Otras veces las mangas eran cortas y amplias, adornadas con rebordes de piel.




El cambio en la indumentaria fue notable durante el Renacimiento. Las damas de la nobleza usaban vestidos confeccionados en ricas telas, especialmente sedas, terciopelos y brocados traídos de Oriente y luego fabricados en la misma Península.
Los bordados con hilos de oro y perlas les conferían aún mayor suntuosidad.
Del norte de Europa se importaban pieles de marta, armiño, zorro, que se utilizaban para confeccionar capas o bien cuellos u otros adornos del traje.
Por lo general, el vestido era de talle corto, con cinturón debajo del busto. Los escotes se hacían redondos, cuadrados o en forma de V. Las mangas eran muy amplias en la muñeca y caían casi hasta el borde del vestido. El vestido de las criadas o personas humildes era más corto y, naturalmente, de tela rústica.
El cabello se usaba largo, partido en el medio al estilo madona, o con trenzas que formaban una especie de tocado a ambos lados de la cabeza.





En Italia dio comienzo el Renacimiento, movimiento cultural y artístico que caracterizó una época. Con el apoyo de los mecenas - príncipes, pontífices, ricos mercaderes - los artistas pudieron consagrarse a realizar sus obras, y esta febril actividad se extendió también a la industria y el comercio.
Al principio se importaban de Oriente sedas, brocados y telas suntuosas, así como perlas y piedras preciosas, pero luego se crearon fábricas de telas en la misma Península. Italia siempre se había destacado en la técnica del bordado, pero en esa época los bordados se convirtieron en un elemento insustituible de la vestimenta de los nobles.
Los guantes, sombreros, zapatos y aun las pieles se guarnecían con bordados de hilos de oro y plata o sedas en rojo y negro. La difusión de las agujas de acero introducidas por los árabes facilitó la tarea y permitió que los bordados fueran más finos y delicados. Todo esto señaló una notable diferencia entre la vestimenta de los nobles y la de los burgueses y campesinos, constituyendo el traje un distintivo de la clase social.






En el siglo XV, es decir, en la época del Renacimiento, Italia se hallaba en un periodo de gran prosperidad.
El activo comercio por el mar Mediterráneo obligaba a tener una importante industria.
Después de las Cruzadas se habían importado de los países orientales sedas y telas suntuosas, pero luego estas telas comenzaron a fabricarse en la Península. Pronto, los terciopelos, las sedas y los brocados gozaron de gran aceptación en la nobleza italiana y de otros países europeos.
También eran afamados los bordados hechos por verdaderos artesanos, que sabían combinar maravillosamente los hilos de colores con los de oro y de plata. El jubón era una prenda masculina distintiva en ese entonces y se caracterizaba por la diversidad de mangas. En esta época comenzaron a usarse las mangas acuchilladas que combinaban dos telas de diversos colores, lo que les daba gran vistosidad.
Las capas se usaban no sólo como abrigo sino como elemento decorativo. Eran de paño o terciopelo y forradas con pieles.





En la época del Renacimiento los vestidos de las damas elegantes de Italia estaban realizados con telas suntuosas, como brocados, rasos, terciopelos, bordados, damascos y telas recamadas de oro, de piedras preciosas y de perlas. Precisamente por el uso que se hacía de ellas, este período se denomina Edad de las Perlas.
La posición de Italia en el centro del mar Mediterráneo fue muy favorable para realizar un activo comercio entre los diversos países europeos y los asiáticos. Convergían de Rusia y otros países nórdicos pieles finas (marta, zorro, armiño, etc.), de Flandes, encajes y terciopelos y de oriente telas suntuosas, perlas, etc. Si a esto se suman las ricas telas fabricadas en Venecia se comprende la importancia de la moda italiana de esos tiempos.
El vestido femenino era ajustado al talle, y por eso empezó a usarse como prenda interior un ajustado corsé de hilo. El escote era amplio y de formas redonda, cuadrada o en v. El vestido iba acompañado por un manto que se cerraba por medio de un broche, cordones o borlas.








De acuerdo con la moda del siglo XV en Italia, los hombres llevaban calzas muy ajustadas y cosidas que se extendían desde la cintura hasta los dedos de los pies. Se hacían de tela de lana o de seda y a veces se utilizaban dos o más colores. Sobre ellas se colocaba una túnica corta o chaqueta alargada en la que, por lo general, se combinaban las telas y los colores.
Los nobles usaban túnicas de telas suntuosas, como terciopelos, damascos y brocados con adornos de pieles y bordados. La chaqueta se abría por delante y a veces llevaba cuello y otras veces carecía de él. Las mangas eran abullonadas y acuchilladas en la parte superior y ajustadas en la inferior.
El sombrero masculino consistía en un birrete adornado con una alhaja o pluma y confeccionado en diversos materiales, como fieltro, terciopelo, seda gruesa, etc. También se usaban tocas y sombreros de ala ancha levantada a los costados. En invierno se usaban capotes voluminosos, pero cortos, que caían sobre el cuerpo formando elegantes pliegues.





Italia tuvo gran importancia cultural en la época del Renacimiento. Poderosos mecenas y talentosos artistas, unidos en un mismo ideal, realizaron obras admirables. En esa atmósfera la actividad mundana fue muy viva y en las reuniones, damas y caballeros rivalizaban en elegancia y distinción. Las telas suntuosas (terciopelos, sedas, brocados con adornos de perlas y piedras preciosas, así como bordados con hilos de oro y plata) eran las preferidas.
Los hombres vestían bragas ajustadas de paño o de seda, pero en la segunda mitad del siglo XVI empezaron a usarse acuchilladas y con aberturas alargadas que revelaban un amplio forro de seda acolchado. Mas tarde se usaron calzones atados por debajo de las rodillas, con jarreteras o adornados con citas, flecos o borlas. El vestido de las damas tenia un diseño artístico, pero ampuloso. El corpiño era ajustado y con amplio escote.
Las mangas que a principios de siglo eran ajustadas, se hicieron luego abullonadas y acuchilladas, dejando ver prendas interiores de hilo fino. Como abrigo se usaban amplias capas o mantos.






En la época del Renacimiento, la moda italiana se impuso en los demás países de Europa. Los hombres vestían bragas ajustadas de paño, terciopelo o seda: por lo general combinaban uno o más colores en una pierna, y la otra era lisa. También se usaban calzones anchos y ajustados debajo de las rodillas con jarreteras y adornados con cintas, flecos y borlas. Estos calzones, así como las mangas, eran acuchillados y combinaban seda y terciopelo de distintos tonos, lo que producía notables efectos de contraste.
El sombrero masculino era, por lo común, una pequeña toca o birrete, pero también los había con ala que presentaba formas muy variadas. Un detalle característico era que los bordes de los sombreros se guarnecían algunas veces con agujetas, que eran cordones, cintas o correas con un extremo de metal y que se usaban también para abrochar otras prendas. El cabello de los hombres tenia una longitud moderada y, por lo general, llegaba hasta los hombros.
Hacia fines del siglo XV se hicieron más comunes el bigote y la barba. En invierno se usaban amplias capas de paño grueso adornadas con pieles en el borde o en la cara inferior y sujetas con broches o cordones.






En los siglos XV y XVI la moda italiana se impuso en los demás países europeos. Predominó entonces el gusto por las ricas telas de seda, terciopelo, brocado, etcétera, enriquecidas con bordados de oro, perlas y piedras preciosas. El traje masculino consistía en calzas muy ajustadas y, a veces, combinadas con dos o más colores, y una chaqueta ajustada con mangas acuchilladas y muy amplias.
Los funcionarios usaban largas togas lisas, con mangas amplias terminadas en un puño estrecho. La chaqueta de los caballeros presentaba gran variedad: algunas eran ajustadas en el pecho y desde la cintura se ensanchaban, formando una especie de falda con pliegues que caía hasta las rodillas. Debajo se usaba una camisa de hilo fino que terminaba en el cuello con una especie de gorguera.
El sombrero era una toca o birrete que los nobles adornaban con una pluma o joya; asimismo, había modelos con alas levantadas y recortadas y también especies de turbantes que cubrían enteramente la cabeza.







En la época del Renacimiento, los vestidos de las damas de la nobleza estaban realizados con telas suntuosas (sedas, rasos, brocados, terciopelos) y bordados con hilos de oro, perlas y piedras preciosas.
Las perlas traídas de Oriente eran muy solicitadas y se convirtieron en el adorno principal de la vestimenta. De las regiones nórdicas de Europa llegaban pieles finas, como el armiño, lince, zorro y marta, para adornar los mantos y las capas.
El vestido era de talle corto y ajustado y las faldas muy amplias. Las mangas se usaban ajustadas a principios del siglo XVI, pero luego se impuso la moda de las mangas muy hinchadas y acuchilladas, lo que permitía ver una ropa interior de fino hilo blanco. A veces se usaba un cinturón cubierto de alhajas y se suspendía de el un rosario, un abanico o un monedero. El cabello se llevaba largo, pero recogido en la nuca con un moño o bien formando una trenza atada con una cinta.
También se usaba otro estilo, en el que el cabello estaba partido en la frente y caían a los costados rulos de cierta longitud.









En el siglo XVI, la moda se caracterizó por su fastuosidad y por el empleo de telas suntuosas adornadas con bordados. Los trajes, tanto de los hombres como de las mujeres de la nobleza, tenían bordados con hilos de oro y plata y también con hilos de color rojo y negro.
En esa época se difundió en Europa el uso de la aguja de acero, que habían introducido los moros en España. Este instrumento permitió realizar bordados mas finos y delicados. Italia y Flandes rivalizaban con este tipo de trabajo, del que surgió luego el encaje.
Durante la primera mitad del siglo XVI, los encajes eran simples galoncitos o trencillas que se usaban para entrelazar diversas partes de la vestimenta. Luego, se fabricaban utilizando hasta quince hebras de hilos diferentes.
Las damas adornaban su cabeza con redecillas sujetas con cintas: también lucían pequeñas tocas o velos de gasa ondulante. Las novias llevaban sobre sus largos cabellos sueltos, guirnaldas de flores. Un adorno muy difundido consistía en una sola joya que pendía sobre la frente con una fina cadenita. Este detalle puede verse en un cuadro de Leonardo da Vinci.







El traje de la dama de la época del Renacimiento en Italia era sumamente artístico en su diseño y realizado con telas muy costosas. Las preferidas eran las sedas, rasos, terciopelos, brocados, damascos, enriquecidas aún más por los bordados con hilos de plata y oro, y con el agregado de perlas y piedras preciosas.
El corpiño era de talle corto y la falda amplia. A veces se usaba una especie de sobrevestido con sisas muy grandes por donde pasaban las mangas ajustadas o bien muy amplias y acuchilladas. En estos casos el escote tenia forma de V y llegaba hasta la cintura, dejando ver una pechera ajustada y con cuello redondeado.
En invierno se usaban capas forradas con pieles de marta, armiño, zorro, etc. La difusión de la aguja de acero introducida por los moros en España permitió realizar bordados más finos y delicados, e Italia, junto con Flandes, fue la región donde se realizaron los más bellos. Los abanicos volvieron a estar de moda, y en Venecia se usaban hermosos abanicos de plumas.







Como ya hemos señalado en notas anteriores, la vestimenta de los italianos en la época del Renacimiento se caracterizó por su fastuosidad. A ella contribuían las telas suntuosas (sedas, brocados, terciopelos) y los bordados realizados con hilos de oro o plata, a los que se añadían perlas y piedras preciosas. El vestido femenino tenía el busto ajustado, el escote amplio y la falda hasta el suelo.
También su usaban vestidos exteriores con cintura y sin mangas, y sayas interiores con mangas largas ajustadas o bien acuchilladas. La cintura era muy alta y la falda se prolongaba, a veces, en una cola corta.
Otra prenda común era la "giornea", ropaje sin mangas, abierta a los lados, que dejaba ver el vestido interior y las mangas. Las mujeres usaban los cabellos largos, cubiertos por un pequeño velo, a veces sueltos y sujetos por una fina cadenita que cruzaba la frente, o bien recogidos debajo de una toca o turbante. Las damas de la nobleza lucían coronas con perlas o sujetaban los cabellos con cintas bordadas y lazos.







Los nobles usaban una vestimenta suntuosa confeccionada con ricas telas de brocado, terciopelo, seda, etc., enriquecida con bordados de hilos de oro y plata, con perlas y piedras preciosas. Una característica del traje femenino fue una especie de doble vestido, como se ve en el modelo de la página; el exterior es de seda con flecos dorados y el interior es de brocado.
La chalina es de muselina y el tocado es un birrete bordado con hilos de oro y perlas.
El traje masculino ilustrado es de terciopelo con cuello de pieles, jubón cerrado con cordoncillos sobre camisa blanca, mangas acuchilladas y gorrito de terciopelo. Las calzas están parcialmente coloreadas. Los tocados eran muy variados y consistían, por lo general, en coronas o diademas con perlas o piedras preciosas y cintas.
También se usaban botas de género abotonadas en el lado interior de la pierna.









En la Italia del Renacimiento comenzó a diferenciarse netamente la vestimenta de las diversas clases sociales.
La de la nobleza, en particular, se destacó por su suntuosidad y la utilización de ricas telas, bordados y pieles. Pero también empezaron a adquirir caracteres típicos las vestimentas de los habitantes de las diversas regiones, cada una de las cuales tiene un detalle singular. Así se distinguían las ropas de los campesinos del norte (Florencia, Milán, Venecia, Mantua), de los del centro y de los del sur (Nápoles, Calabria, Sicilia).
Los aldeanos usaban calzas ajustadas y capas amplias y cortas, reforzadas con una especie de sobrecapa que cubría los hombros. El vestido femenino tenía falda amplia y larga, talle ajustado y, sobre el mismo, se usaba un delantal que cubría casi enteramente la falda.
Los cabellos se llevaban recogidos y protegidos con una toca o pañuelo que se prolongaba alrededor del cuello. Las tocas eran pequeñas y de formas variadas.
El calzado era de cuero suave y carecía de adornos.





A partir del Renacimiento comenzó a diferenciarse la vestimenta de las diversas clases sociales. La de la nobleza se destacó por su suntuosidad y por la utilización de hermosas telas y bordados. En aquella época, Italia era uno de los más importantes países que fabricaban telas suntuosas con métodos que habían copiado de Oriente. Pero también comenzaron a adquirir caracteres típicos las vestiduras de los diversos reinos y ciudades de la península itálica.
En el siglo XVII las damas nobles usaban un vestido ajustado en la cintura con la falda amplia que llegaba hasta los pies. Sobre él llevaban un abrigo de terciopelo con hilos de oro. El tocado era sencillo y comenzaron a usar sombreros con plumas igual que los caballeros.
La gorguera se popularizó en esta época: adquirió una forma especial de cuello rizado y pasó a ser parte de la indumentaria masculina. En el siglo siguiente, la gorguera alcanzó tamaño desmesurado; en las mujeres, forma de abanico.










A partir de la época del Renacimiento comenzó en Italia a diferenciarse la vestimenta de las diversas clases sociales. Pero además se fue imponiendo la influencia de la moda francesa.
La moda basada en telas suntuosas traídas de Oriente y que usaban los venecianos, florentinos y romanos se modificó por el agregado de encajes y plumas provenientes de Francia. La casaca tenía mangas acuchilladas, con botones que dejaban ver gran parte de la camisa; por lo tanto, ésta requería esmerada confección.
Los cuellos eran amplios y se ataban por delante con cintas y cordones con borlas de seda, Las bragas eran cortas y amplias y se colocaban sobre medias de seda roja.
Las botas de cuero se distinguían por la amplitud de la parte superior. Sobre la chaqueta, cruzaba el pecho el tahalí (de cuero o de raso) sujeto desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda.
El sombrero era de fieltro con las alas onduladas y adornadas con plumas.





 


 


 


 








 
















  

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