miércoles, 22 de febrero de 2012

Alemanes

Los alemanes eran pueblos que habitaban en el centro de Europa. Entre los siglos XI y XIII vestían una túnica que era igual para ambos sexos, pero en los hombres llegaba, por lo general hasta las rodillas; en cambio, en las mujeres hasta el suelo. Con el tiempo la túnica femenina se convirtió en un vestido muy ajustado, con mangas flotantes, que se usaba sobre una prenda interior o camisa. El clima frío obligo a usar tejidos gruesos y pesados. Los jefes y nobles vestían túnicas largas y capas amplias con algunos adornos. Los hombres se cubrían la cabeza con un típico sombrero de paño de una sola pieza y con ala ancha. Sobre la túnica se colocaban una capa corta, no muy amplia, abierta en los costados, lo que les permitía gran libertad de movimientos. Ambos sexos calzaban zapatos ajustados, pero muy flexibles, de cuero o de lona.


A mediados del siglo X se organizó en el centro de Europa el Sacro Imperio Romano Germánico, que comprendía lo que hoy es Bélgica, Holanda, este de Francia, Suiza, Alemania, Austria, Checoslovaquia, norte de Italia y parte de Hungría y Polonia. La mayoría de sus habitantes eran descendientes de las tribus germanas; de modo que su vestimenta característica era la túnica de lana corta y la capa gruesa sujeta a un costado. Pero el emperador y las clases elevadas comenzaron a usar telas más ricas fabricadas en Flandes, ciudad que pronto se destacó en la industria textil. La túnica femenina fue evolucionando hasta convertirse en un vestido propiamente dicho, adornado con oro y piedras preciosas. En la cabeza las mujeres usaban toca -ó corona en el caso de la emperatriz- y barboquejo de tela o bien redecilla de lana tejida con adornos de oro, plata y piedras preciosas. Los flamencos se destacaron también en tejidos de hilo y algodón y fabricaban velos de muselina y gasa empleados en tocas, barboquejos y pañuelos, que lucían las damas.


Durante la Edad Media, los caballeros y nobles alemanes cubrían su cuerpo con un conjunto de piezas defensivas que constituían la armadura. Ésta se componía, principalmente, de escudo, casco y cota de malla. Las armaduras fueron evolucionando en el transcurso de los siglos. Hasta mediados del siglo XII, el cuerpo y la cabeza se cubrían con una malla de metal denominada loriga. Más tarde se protegieron también las piernas y los pies con un tejido de malla de anillos de hierro. Posteriormente, las armaduras se formaron con placas de metal articuladas. Los cascos eran de metal de formas redondeadas y a veces puntiagudas y con un protector sobre la nariz. Encima de la cota de malla se colocaban la sobreveste o túnica de paño, de colores vivos, que servia para proteger del calor y del polvo, y la cual fue tomada, probablemente, de los turcos durante las cruzadas que se hicieron para rescatar el Santo Sepulcro de Jerusalén. Los escudos eran gruesas piezas de metal de forma triangular. Las principales armas ofensivas era la lanza y la espada de acero.


Las damas del Sacro Imperio Romano Germánico utilizaban para sus trajes telas fabricadas en Flandes, región en la que la industria textil de lanas, sedas, terciopelos e hilo fino había alcanzado gran desarrollo. El atuendo principal consistía en un vestido largo que hacia el siglo XII comenzó a usarse ceñido en la cintura, con mangas flotantes y sobre un corsé. Sobre éste se colocaba una túnica de escote alto, sin mangas, o un gabán con grandes bocamangas. Las telas eran suntuosas y de brillante colorido. Se adornaban con joyas de oro incrustadas con piedras preciosas, como collares, aros, anillos, brazaletes y cinturones. Los cabellos se usaban largos, formando trenzas sujetas, a veces, con largas cintas, o bien recogidos bajo una toca con barboquejo. El calzado era de cuero flexible adornado con tiritas de oro y perlas. Las mujeres del pueblo vestían túnicas de tela rústica sobre faldas amplias y capas sujetas en el pecho. 


A fines de la Edad Media, los talleres de Flandes eran considerados los mejores de Europa, y ellos abastecían de ricas telas a los nobles. La mejor lana llegaba hasta esa región, donde hábiles artesanos fabricaban paños suaves y abrigados. Su cercanía con Alemania influyó decisivamente en la moda del Sacro Imperio Romano Germánico. La prenda principal continuó siendo la túnica, pero la del emperador y personajes principales llevaba adornos de pieles o tejidos de oro. El turbante o caperuza protegía la cabeza de los hombres; la cofia o redecilla, la de las mujeres. Éstas, por lo general, no usaban cosméticos. Todos calzaban zapatos de cuero suave y flexible bien ajustado. Las telas eran de colores brillantes, y tenían, como adorno característico, grandes festones en forma de pétalo. Un detalle muy importante para la moda: la aguja de acero se fabricó por primera vez en 1370 en la ciudad alemana de Nuremberg.


En los últimos siglos de la Edad Media, el Sacro Imperio Romano Germánico conservaba su importancia política y económica; de allí que también la moda alemana, basada en las ricas telas elaboradas en Flandes, se impusiera, sobre todo, en el centro y norte de Europa. Los vestidos femeninos eran ceñidos al cuerpo con cinturones de cuero anchos, y como abrigo se empleaban amplias capas de lana. Las mujeres usaban el cabello largo, suelto o recogido a los costados y en forma de trenzas sujetas como espirales. Sobre este peinado se colocaban una toca o redecillas con hilos de oro. La túnica de los hombres se transformó en una chaqueta forrada, de falda corta, y calzas largas y ajustadas. Hacia el siglo XIV los trajes perdieron la amplitud que tenían en los siglos anteriores y eran ceñidos al cuerpo. Los hombres protegían su cabeza con caperuzas de paño que a veces llevaban un reborde de piel de terciopelo.


La armadura protectora de los guerreros fue usada desde la más remota antigüedad, pero se generalizó en la Edad Media convirtiéndose en una pieza muy elaborada de gran calidad, no sólo técnica sino también artística. Los alemanes, que sabían trabajar muy bien los metales, fabricaron excelentes armaduras. Un tipo muy común era la llamada cota de malla, hecha con anillos de alambre que luego se unían para formar un tejido continuo. Una buena cota de malla tenía entre 200 y 300 mil eslabones, y por eso su confección era realmente costosa. Pero protegía sólo contra puñales, flechas, espadas y lanzas, brindando poca protección contra los golpes de maza. Hasta comienzos del siglo XIII se usó este tipo de armadura, sobre la que se colocaba una túnica de cuero y luego se le fueron añadiendo planchas de metal en el pecho y la espalda para aumentar su valor. La cabeza estaba protegida con un casco de metal.


Desde fines de la Edad Media, los habitantes de la región de Flandes fueron considerados los más hábiles artesanos en las industrias que estaban relacionadas con la moda, en especial las telas, los encajes y los bordados. La túnica era la prenda de vestir más común para varones y mujeres, pero hacia el Renacimiento se notó una evolución. En los hombres la túnica se acortó y se hizo más ajustada. Esta prenda llegaba hasta la rodilla o mitad del muslo y se abotonaba adelante. Las mangas ofrecían gran variedad: eran muy amplias, abollonadas hasta el codo y abotonadas desde allí hasta la muñeca; en otros casos eran muy amplias y terminaban con el borde festoneado o con diversos adornos. Las calzas eran ajustadas y cubrían las piernas y el pie a modo de medias. Sobre ellas se colocaba el calzado, que era de cuero flexible. Los hombres usaban los cabellos largos hasta el hombro y cubiertos por pequeñas tocas o por especie de turbantes primorosamente plegados, hechos de terciopelo y seda.


En el siglo XV comenzó en Italia un importante movimiento renovador llamado Renacimiento, que se extendió luego a otros países del continente. La moda experimentó también notables cambios y apareció una neta diferenciación en las prendas. Ello se notaba en la vestimenta femenina de Alemania, pues la túnica se transformó en un vestido propiamente dicho. Este era ajustado en el talle, sin cuello, con la falda amplia y las mangas de forma muy variable. A veces eran flotantes y llegaban hasta el suelo, y otras muy amplias, abullonadas, pero sujetas con un puño a la muñeca. Debajo se usaba una prenda interior o camisa. Sobre el traje se colocaba otra prenda llamada gabán, que a veces era muy suntuosa, estaba bordada con hilos de oro y se sujetaba por delante con cintas. Como abrigo se llevaba un manto de lana gruesa forrado con pieles y sostenido por una cadenita o cordón en el pecho. Los cabellos se llevaban largos, pero por lo general recogidos por medio de redecillas o tocas de formas muy variadas.


En el siglo XV la industria textil había alcanzado gran desarrollo en Flandes, región que proveía de telas no sólo a Alemania sino también a Francia, Inglaterra y aun a Italia, donde había también importantes fábricas de tejidos. Hacia esa época, los hombres usaban una túnica ajustada que se extendía hasta la mitad del muslo, abotonada adelante. Con el tiempo, esta túnica se transformó en una chaqueta forrada con faldellín corto. Una característica distintiva de la moda de ese siglo fue la combinación de dos o más colores formando rayas, y se combinaban rayas horizontales con rayas verticales. Los nobles usaban como complemento, pequeñas capas de terciopelo, de seda o de otras telas suntuosas. La túnica corta presentaba enormes variaciones y adornos: bordados, pieles, etc.Los burgueses siguieron usando túnicas amplias y más largas. En invierno se usaban gruesos paños de lana, en la que los flamencos eran hábiles tejedores, pero también sabían fabricar telas de hilo y algodón.


En el siglo XV la túnica casi había desaparecido para dejar paso a una chaqueta corta, en el vestuario masculino, y a un vestido propiamente dicho, en la vestimenta femenina. El corte ajustado de la prenda en la cintura obligó a llevar debajo un corsé. El escote era, por lo general, redondo y sin adornos. Las mangas, en cambio, presentaban gran variedad. Las del vestido eran flotantes, con los bordes trabajados, y dejaban ver las mangas de la camisa, abullonadas y sujetas en el puño. Las prendas interiores se hacían de algodón o de hilo y también se usaban pañuelos y tocas de gasa, muselina, etc. Las mujeres usaban el cabello largo y liso, dividido por una raya al medio y peinado con dos trenzas que caían sobre el cuello, o bien formaban espirales a ambos lados del rostro. Sobre el peinado se colocaba una cofia o corona de oro sobre una gorrita de hilo, o redecillas de lana tejidas, hilos anudados de oro y de seda, o turbantes de seda o terciopelo con adornos de plumas y piedras preciosas.


Hacia el siglo XV apareció en Alemania una especie de túnica ajustada que se extendió hasta la mitad del muslo. Se llevaba abotonada en el frente, de arriba hacia abajo, y tenía las mangas muy ajustadas y, por lo general, abotonadas desde el codo hasta el dedo meñique. Las mujeres usaban también una prenda semejante que, además, tenía un faldellín que caía hasta el suelo formando pliegues. Los tejidos eran, por lo común, de lana gruesa para soportar los climas rigurosos. También se empleaban telas suntuosas, como terciopelos, brocados, lanas bordadas con hilos de oro, etc. Las túnicas cortas se usaban forradas con telas de colores contrastantes o de pieles. Las pieles cubrían, también, el borde de las túnicas y el cuello. Para proteger la cabeza lucían sombreros con adornos de plumas, tocas, turbantes plegados, etc. El calzado era muy sencillo, ajustado al pie y de cuero flexible.


Desde fines de la Edad Media y durante la época del Renacimiento, el tocado femenino adquirió gran importancia como complemento del atavío. La utilización de diversos materiales contribuyó a darle gran variedad y atractivo. En una época en que el vestido comenzaba a aparecer como tal, diferenciándose de la túnica el tocado contribuía a realzarlo y, en cierta manera, indicaba la condición social de quien lo llevaba. Las damas de la nobleza usaban una gorrita de hilo con barboquejo y sobre ella una corona. Otras veces, la corona se colocaba sobre una redecilla de lana tejida o cordones anudados de seda, oro o plata. También se usaban turbantes de dos o más telas combinadas, como terciopelo, brocado, seda, etc., bordados y adornados con piedras preciosas, plumas de garza, etc. Los cabellos se llevaban largos, con raya al medio y formando trenzas, que se arrollaban en espirales a ambos lados del rostro.


A principios del siglo XV se usó en Alemania una túnica ajustada que se extendía mas o menos hasta la mitad del muslo, abotonada de arriba hacia abajo. Las mangas eran largas y estrechas y, por lo general, se abotonaban desde el codo hasta la muñeca. Encima de la túnica se usaba un gabán de grandes bocamangas adornadas con piel, lo mismo que el ruedo. La túnica de los hombres fue evolucionando lentamente y se transformo en una chaqueta forrada con un faldellín, que se prolongaba hasta la mitad muslo o hasta las rodillas. El pantalón era muy ajustado y se prolongaba hasta el pie. Sobre el se colocaba un zapato suave y de cuero flexible. Las capas de abrigo eran amplias, pero cortas. En la cabeza usaban un sombrero con alas, tocas, turbantes con primorosos pliegues, y caperuzas unidas a las capas. En la cintura llevaban gruesos cinturones de cuero con adornos de metal de donde pendían las armas (espadas o puñales); también, llaveros o bolsitas con dinero.


El tocado fue una prenda de gran importancia en la moda femenina. En Alemania y Flandes se utilizaron diversos materiales, sedas, brocados y otras telas suntuosas, lo que contribuyó a darle gran variedad. Pero el tocado no sólo realzaba el vestido sino que era también símbolo distintivo de la condición social de la mujer. Las damas peinaban el cabello tirándolo hacia atrás, alisado sobre la cabeza, con largas trenzas que formaban espirales a ambos lados de la cabeza. Las damas de la nobleza usaban turbantes, gorritos y especies de coronas de terciopelo con bordados de oro, plata y piedras preciosas. Las mujeres de condición humilde usaban velos o pañuelos de color que cubrían los cabellos. Las alemanas y las flamencas no empleaban cosméticos, pero en cambio tenían afición por los colores brillantes. Las joyas preferidas eran cadenas y medallas de oro con incrustaciones de piedras preciosas.


En la segunda mitad del siglo XV la moda en Alemania se caracterizaba por la utilización de paños de diferentes colores. La túnica corta o las capas, así como también las calzas, se confeccionaban de paño combinando franjas con colores contrastantes y diferentes entre las dos mitades. A veces una pierna era lisa, de un solo tono, y la otra de dos o tres tonos. El traje era también un símbolo de la jerarquía o de la ocupación de la persona, pero la prenda más corriente era la túnica corta que llegaba hasta las rodillas o la chaqueta ajustada que se prolongaba hasta las caderas. Las armaduras de la época ofrecían también un aspecto muy curioso por la combinación de las diversas piezas, que presentaban notables diferencias entre el lado derecho y el izquierdo. El cabello se usaba, por lo general, largo, cayendo sobre los hombros, y en las ceremonias los nobles usaban tocados con adornos de plumas. El calzado era muy simple y de cuero suave y flexible, pegado al pie y, por lo general, sin ningún tipo de adorno.


En la segunda mitad del siglo XV en Alemania y en los diversos países europeos, la vestimenta era un signo distintivo de las clases sociales. La de los nobles estaba confeccionada con ricas telas y paños de Flandes, con bordados y adornos de pieles o incrustaciones de joyas. En esa época las ciudades comenzaron a florecer, y sus habitantes o burgueses prosperaron por el desarrollo del comercio y la industria. Sus trajes, si bien tendían a asemejarse con los de la nobleza, carecían de la suntuosidad de los de ésta. Los campesinos y los artesanos usaban túnicas cortas o chaquetas que caían hasta la cadera y que se prolongaban con una capucha o caperuza que cubría la cabeza. Las campesinas vestían faldas amplias, que, a diferencia de las de las damas, llegaban sólo hasta media pierna. Como abrigo usaban una chaqueta corta y ajustada de paño grueso. El tocado era sencillo y cubría los cabellos, que, por lo general, eran largos y sujetos formando trenzas.


El centro de la moda para los alemanes en la época del Sacro Imperio Romano Germánico se encontraba en la región de Flandes, donde había fábricas de tejidos de paño de lana y también de sedas, brocados, terciopelos, etc. A principios del siglo XVI surgió la moda llamada de los acuchillados, que tuvo un origen muy curioso. En el año 1477, los soldados suizos mercenarios al servicio del emperador alemán obtuvieron una gran victoria sobre el duque de Borgoña, y entonces remendaron sus uniformes con jirones tomados de las tiendas de campaña, banderas y otras piezas que los borgoñones habían abandonado en su huida. Pronto imitaron esta moda otros soldados, especialmente los mercenarios llamados lansquenetes. Por eso su uniforme llegó a ser estrafalario: los pantalones eran acuchillados y no sólo de diferentes tonos en cada pierna, sino de dos o más colores en cada pierna. Las mangas, que sobresalían del capote ajustado, eran también acuchilladas, lo mismo que el sombrero adornado con plumas.


En el siglo XVI, el Sacro Imperio Romano Germánico fue gobernado por monarcas de la casa de los Habsburgo, como Maximiliano l y Carlos V (este último era rey de España con el nombre de Carlos I, antes de ser electo emperador). En esta época el imperio pasó por luchas internas, provocadas por la reforma religiosa y por levantamientos de campesinos, que atravesaban por una angustiosa situación económica. Los campesinos vestían telas gruesas y burdas, túnica corta que, a veces, se prolongaba en una caperuza que protegía la cabeza, y pantalón ajustado. A veces, la caperuza se extendía como una especie de capa que cubría los hombros y llegaba hasta la mitad del pecho y la espalda. El calzado era de cuero; algunos llevaban botas o tiras de cuero arrolladas alrededor de la pierna hasta la rodilla. Los zapatos eran cuadrados en la parte delantera y muy estrechos en el talón. Los hombres usaban los cabellos largos que les llegaban hasta los hombros, y las mujeres sujetaban el cabello con redecillas.


En el siglo XVI, época de gran esplendor del Sacro Imperio Romano Germánico, las damas de la nobleza utilizaban telas suntuosas para la confección de su vestimenta. Las telas, por lo general, venían de Flandes: lanas, sedas, brocados, terciopelos y encajes. También de allí provenían telas suaves de hilo, muselina y gasa que se empleaban para confeccionar tocas, velos y pañuelos. Este accesorio comenzó a tomar mayor importancia en esta época y se le empleó no sólo para la higiene sino como un adorno. Existieron pañuelos de mano con bordados, puntillas, etc., y otros más grandes que se colocaban alrededor del cuello. El vestido era ajustado en el talle y con la falda muy amplia. Las mangas se usaban acuchilladas, en dos tonos contrastantes. Las mujeres llevaban el cabello largo, alisado, y sujeto con dos largas trenzas que se arrollaban en espiral a ambos lados de la cabeza, la cual, por lo general, se cubría con un amplio tocado de hilo blanco, liso, bordado o con aplicaciones.


En el siglo XVI, el traje femenino en Alemania se destacaba por su suntuosidad. A ello contribuían las ricas telas procedentes de Flandes, como terciopelos, sedas, brocados y encajes. El vestido era ajustado en el busto y el talle, y con un escote amplio en forma de óvalo que llegaba hasta el extremo de los hombros, o bien cuadrado o redondo. La falda era amplia, con pliegues, y llegaba hasta el suelo. Las mangas eran muy ajustadas en el brazo, y en el hombro y codo presentaban pliegues o cortes del tipo acuchillado. Los tocados eran muy diversos y a veces, cubrían la larga cabellera. Por lo general, eran de tela fina y tenían adornos de hilos de oro, bordados y alguna piedra preciosa incrustada en el centro, sobre la frente. También se usaban amplios sombreros de terciopelo acuchillados, con vistosas plumas. Las joyas preferidas eran los collares de oro y plata en forma de cadenas. Algunos detalles de la vestimenta distinguían a las mujeres casadas de las solteras.             

 

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